viernes, 13 de diciembre de 2013

Enrique y Eduardo Ader


En 1980 se dispuso instalar allí el Instituto de Investigaciones Históricas que albergaba una biblioteca y archivos de asuntos municipales. Años más tarde comenzó a funcionar como museo, biblioteca y hemeroteca y fue declarada Monumento Histórico Municipal en diciembre de 1996.

Bernardo quiso edificar la torre en Villa Ballester porque estaba convencido de que el aire puro del lugar, lejos de la contaminación de la ciudad, curaría o al menos ayudaría a aliviar los pulmones de sus dos hijos tuberculosos. No se dio cuenta de que era lo más parecido a un pozo de humedad.

No podía funcionar, los chicos estaban cada vez peor. Elise decidió llevarlos a Alta Gracia, buscando el aire seco de la sierra que sus hijos tanto necesitaban y clínicas de rehabilitación donde los cuidarían bien.

Enrique, que no estaba tan grave como su hermano, escribía cartas a su padre contándole como evolucionaba y a pesar de su gran malestar intentaba calmarlo, mandaba siempre muchos cariños a su sobrinita Elisita y trataba de vivir en la esperanza. 

Estas cartas recorrieron las generaciones y llegaron a mis manos para que yo pudiera ser testigo de la incertidumbre y sufrimiento de su enfermedad.


Eduardo murió expectorando sangre negra el 16 de abril de 1908 y su hermano lo siguió veinte días después. Tenían veintiséis y veinticuatro años.


Fue un golpe brutal para la familia. Y según mamá, que gustaba de conjeturar sin pudor, para consolarse y distraerse de su dolor derivaron toda su atención a Elisita, primera hija de Anita, mimándola y consintiéndola sin límites.

Una vez terminada la torre, mi tatarabuelo se sintió viejo y enfermo.

Cuentan que días antes de morir pidió que lo subieran con una silla por los diez pisos de la escalera de mármol para que pudiera ver el panorama y disfrutar de su obra.

A su modo fue una despedida.

Bernardo Ader murió el 29 de marzo de 1918, nueve meses después de la inauguración de la torre en la Argentina que tanto amo y tantas oportunidades le había dado.

Anita, su madre Elisa, Rodolfo y sus hijas comenzaron entonces un período de largos viajes por distintos países de Europa y finalmente decidieron radicarse en París, más por deseo de Anita que por el de su marido, que hubiera preferido quedarse en la Argentina. Su padre Julio Grunbaum y sus hermanos Juan y Pablo habían quedado allí y también su querida curtiembre.

Pero según todas las fuentes, el sello en la familia lo ponía Anita y ella había manifestado con insistencia el deseo de ir a vivir a Francia ya desde el día de su casamiento.

En el año 1922 vendieron su participación en la curtiembre a su socio Jacques Soulas y emigraron.

Creo que el verdadero motivo debe haber sido una huida de los amargos recuerdos de enfermedad y muerte, y de una tierra que, paradójicamente, tanto les había dado como arrancado. Tal vez pensaban que para poder dar vuelta la página era necesario partir.

Elisita y Bernardina crecían en el Viejo Mundo junto a sus padres y abuela, rodeadas de lujos y mimos, y su educación se plasmaban a través de experiencias de viajes culturales, lectura y vida familiar.

La enorme fortuna creada por Bernardo Ader en Argentina, de la cual Anita se había convertido en única heredera, seguía permitiendo ese fastuoso estilo de vida. Pero tal vez no de la mejor manera. Para financiarlo, realizaron un primer loteo en Villa Ballester y así de a poco, casi sin darse cuenta, empezaron a descapitalizarse.

(Continuaremos publicando pasajes de este libro con anuencia de su autora)
Miguel A. Moschiar
migmoschiar@gmail.com

lunes, 9 de diciembre de 2013

Médico de pueblo, eminencia nacional


El doctor Julio Alberto Ghersi nació en la ciudad de Buenos Aires, el 28 de agosto de 1908. Su madre fue Rafaela Oliva que murió en 1943, a los 63 años. Su padre fue Juan Ghersi, uruguayo, que falleció en agosto de 1969 cuando había traspuesto los 100 años de edad. La tía soltera, Sofía Ghersi, fue la que prácticamente lo crió y a ella agradecía el recibirse de médico y adquirir el hábito de la buena música por su frecuente concurrencia al Teatro Colón.

Se graduó en 1934 con Diploma de Honor en la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Poco después doña Rosa Fernández, una señora española amiga de su familia, le recomendó conocer Villa Adelina. El flamante médico tomó el tren y visito a este pueblo de calles de tierra y vecinos muy humildes. Alquilo una casita, "La Ñaña" en la calle Caxaraville a dos cuadras de la actual Paraná y luego otra en Los Fortines 2831.

Se casó con la obstetra Soledad Martín (nacida el 11-11-1912 y fallecida el 4-3-1962), diplomada en la Facultad de Medicina de la ciudad capital y con quien compartió el consultorio de Los Fortines y Guayaquil, todos los días, el Dr. Ghersi de 16 a 18 y su esposa de 14 a 16. De esa unión nacieron Martha Sofía en 1938 que luego será farmacéutica y Silvia Haydée en 1946, después odontóloga como su tía Aurora Martín.

Su familia recuerda con simpatía que el primer paciente del Dr. Ghersi en Villa Adelina fue una vecina portuguesa y el enfermo un gallo con moquillo. Así como otro episodio en que el joven médico debió atender a una vecina en su humilde rancho ubicado a orillas de la laguna (la islita). Le receto unos sellos para curar la gripe y por falta de recursos, sobre una mesa le dejo diez pesos no sólo para la medicación sino para procurarse algunos alimentos.

Algunos años después se estaba construyendo su casa que también tendría el consultorio, con unos albañiles poco hábiles ya que le estaban dejando secar el cemento, lo que lo enfureció, pero medió como componedor del incidente el esposo de la señora que trato en el modesto rancho de la laguna. También recuerdan que algunas visitas domiciliarias debía hacerlas con botas de lechero, otras veces en una bicicleta que le prestaba el nombrado Arturo Spedaletti, o a pie o en su auto cuando el estado de las calles lo permitía.

El periodico "Mercurio de Villa Adelina" de la 2da. quincena de junio de 1957, dice: "El pasado miércoles partió desde el Aeropuerto de Ezeiza con destino a los EU y Europa, el destacado profesional doctor Julio A. Ghersi. El conocido neurocirujano que viaja en representación de nuestro país se propone asistir a diversos congresos de su especialidad, que tendrán lugar en el país del Norte y Bélgica. El prestigio del Dr. Ghersi ha trascendido los límites de nuestro país, considerándosele un perito en el campo de la neurocirugía. El viaje de estudio abarcara numerosos países del Viejo Mundo e insumirá alrededor de tres meses".

En la edición de la 1ra. quincena de julio de ese año, el "Mercurio" informa:
"El pasado 22 partieron rumbo a Europa, a bordo del Conte Biancamano, la doctora Soledad M. de Ghersi y su señorita hija Martha S. Es propósito de los viajeros reunirse con el Dr. Julio A. Ghersi que ya se encuentra en el Viejo Mundo por cuestiones profesionales y cuyo viaje señalamos en su oportunidad".



El 8 de marzo de 1971 (que es el Día Internacional de la Mujer) el Doctor Ghersi se casó con María Luisa Calmels, nacida el 7 de Agosto de 1932 en Quehué (que significa el "Lugar central"), La Pampa. Su padre fue Juan Bautista, vasco francés, artesano en herrería artística que murió en 1943. Su madre Piedad Antonia Romero, fallecida en 1935. Esta era hija de Nazario Romero que en 1886 realizó el primer asentamiento poblacional y construyó el casco de una estancia junto a un caldén centenario. Un historiador lugareño afirma que Nazario fue el fundador de esa localidad el 7 de noviembre de 1896.

La señora María Luisa viajó a Buenos Aires a casa de una prima en 1943. Estudio enfermería en la Cruz Roja Argentina y se recibió en 1955. Lo conoció al Dr. Ghersi en el Servicio de Neurocirugía del Hospital Naval de Buenos Aires, del Instituto de Cirugía de Haedo y en el Pirovano, Fue su alumna, instrumentadora, secretaria y Enfermera Jefa del Servicio de Neuropsiquiatría.

Resumiendo:

* El 12-12-1991 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.



- El 4-7-1991 Huésped de Honor del Partido de San lsidro.
- Fundador del Servicio de Neurocirugía "Manuel Balado" del Instituto de Cirugía "Luis Güemes" de Haedo, provincia de Buenos Aires. (El doctor Balado fue fundador y Primer Profesor de la Catedra de Neurocirugía y maestro del Dr. Ghersi).
- Fundador del Servicio de Neurocirugía del Hospital Municipal Dr. Ignacio Pirovano, donde hay un aula que lleva su nombre.
- Consultor y fundador de Neurocirugía del Hospital Naval.
- Fundador de Escuelas de especialización en Enfermería Neuroquirúrgicas de Salud Pública de la provincia de Buenos Aires y Cruz Roja Argentina.
- Presidente de varias Sociedades de Neurocirugía del país y el extranjero.
- Organizo cursos para médicos de la especialidad en el país y el exterior.
- Obtuvo premios de investigaciones en trabajos por la Academia Nacional de Medicina y la Asociación Médica Argentina.
- Miembro co-fundador del Colegio Argentino de Neurocirugía.
- Miembro co-fundador y varias veces Presidente de la Sociedad Argentina de Neurocirugía de la Provincia de Buenos Aires.
- Miembro Honorario Nacional del Forum Neurólogico.
- Fue autor y coautor de más de 300 trabajos de la especialidad.


Le fue dedicado el primer y único museo de Sitio de Instrumental inventado por él y libros de neurocirugía, que funciona en el Hospital Interzonal de Agudos de la provincia de Buenos Aires en Haedo.

Al jubilarse después de sesenta años de médico y más de 25 de profesor adjunto y titular, se hizo merecedor al título de Profesor Extraordinario Emérito de la Universidad de Buenos Aires.

El doctor Julio Alberto Ghersi falleció el 27 de marzo de 1997, a los 88 años de prolífica vida. Uno de sus alumnos dijo entonces "murió un luchador, un hombre que en su plenitud no supo de debilidades, de cansancio ni de pesimismos".

Tiempo antes de su muerte respondió preguntas de un periodista diciendo que sus días los pasaba estudiando, recibiendo consultas y dando consejos, poniéndose al día con la invalorable ayuda de su esposa.

Miguel A. Lafuente

domingo, 8 de diciembre de 2013

La Torre Ader

Y mi tatarabuelo construyó una torre.

Lo hizo en Villa Ballester (1), en una propiedad de trescientas hectáreas, regalo de su cuñado el barón Emile Bieckert a su hija Anita con motivo de su casamiento en 1905.

En el año 1907 Bernardo Ader presentó ante la Municipalidad del Partido de Vicente López el expediente número 163, solicitando autorización para construir una torre. Esta formaría parte de un proyecto más ambicioso: un cháteau de estilo florentino siglo XVIII, grandilocuente, como era su creador, y quizás por sugerencia de su hijo Enrique, que estudiaba ingeniería.

Pero en 1908, Bernardo sufrió dos desgracias seguidas y dolorosas: sus dos hijos Eduardo y Enrique murieron de tuberculosis, lo que hizo que el gran emprendimiento perdiera su ímpetu original. 

Los años pasaron y en 1914, Bernardo decidió que la torre no debería ser un monumento a su tierra natal o a sus logros personales, sino un regalo al país que lo había adoptado. Suspendió entonces y de manera definitiva la construcción del cháteau e inició el expediente número 23, para lograr la aprobación de la tarea de completar la torre y obsequiársela a las autoridades. De esta manera la torre fue resignificada como gesto para el Centenario de 1916, en agradecimiento a la Argentina y en honor a sus hijos varones fallecidos. Fue bautizada "Torre de la Independencia", pero luego con los años pasó a ser simplemente la “Torre Ader".

Los ingenieros Artaza y Marino y la empresa constructora Stefanetti e hijos se encargaron del proyecto y construcción.

Muchas veces fui a visitar la torre de mi tatarabuelo.

La primera fue al cumplir siete años. Me llevó mamá. Desde bien lejos se la veía, alzándose en el horizonte. Pasamos por calles de casas bajas, un barrio de fábricas, y finalmente apareció, alta, magnífica y majestuosa con sus cuarenta y dos metros y treinta centímetros de altura y el lema: MON DROIT ET DIEU. (Mi derecho y Dios)

Dos escaleras señoriales de mármol conducían a la puerta de entrada. Adentro se dejaban ver, en un recinto cuadrado, las paredes blancas forradas con estanterías repletas de libros y un retrato importante de Bernardo Ader.

Apoyados en las repisas bajo las ventanas se enfrentaban dos bustos de bronce: Eduardo Ader y Enrique Ader.

Me acuerdo que mamá dijo: "Qué machista el viejo. Nada sobre Anita!"

Contra la pared blanca colgaban enmarcados algunos recortes de diario con fotos en blanco y negro de la torre evocando el día de su inauguración, el 9 de Julio de 1917, y una reseña de la vida de Bernardo Ader.

De una sala adyacente partía una escalera de doscientos treinta escalones de tramos rectos adheridos a la pared interna, en forma de caracol y barandas de hierro cuadrados que nos llevó hasta lo alto; salimos al exterior por una puertita y recorrimos todo el perímetro caminando por un balcón-mirador.

Alzando mi cabeza, le pregunté a mamá por qué su bisabuelo había hecho la torre. “Me parece que se había vuelto un poco loco”, me dijo mirando la vista imponente.

Hace dos años volví a la torre con mi hija Paz.

Seguía siendo la misma pero los años la habían adornado con otras etiquetas, y tal vez mi mirada adulta captó nuevas cosas Una placa rezaba:

“DONADA POR ELISA Y BERNARDINA GRUNBAUM ADER A LA MUNICIPALIDAD DE VILLA BALLESTER (2), el 16 de Octubre de 1967.”

N. de la R.
(1) La señora Magdalena recordaba en nuestra entrevista que en su niñez siempre escuchaba decir “vamos a Villa Ballester...”. Es evidente el malentendido dado que la “Chacra de Bieckert” siempre estuvo en Villa Adelina. Por su relato también supimos que viajaban hasta la estación Carapachay procedentes de Retiro. Es decir que arribaban al Partido de Vicente López, al cual correspondía Villa Adelina y no a San Martín, Partido al que pertenecía Villa Ballester.
Otro dato que corrobora nuestra certeza es el pedido de autorización para construir la Torre a la Intendencia Municipal de Vicente López y la placa (2) que dice: "Donada por Elisa y Bernardina Grunbaum Ader a la Municipalidad de Vicente López, el 16 de Octubre de 1967.”

Hasta aquí el relato de otro capítulo del libro "Río Abajo" de Magdalena Vila Torralva, que continuaremos transcribiendo en sus partes esenciales.

Miguel A. Moschiar (migmoschiar@gmail.com)

jueves, 5 de diciembre de 2013

"Río Abajo", de Magdalena Vila Torralva

"a mamá y al Mono" dice la dedicatoria y Magdalena nos aclara que el seudónimo corresponde a su abuelo Luis Torralva. 
 
El prólogo encabeza con la frase "para que el eco no se apague"  y sigue:
Santa Ana, Córdoba, febrero de 2010
      Supongo que los pedidos de una madre quedan por ahí en suspenso hasta que llega el momento de cumplirlos.
     Una mañana, bordeando el río, me dijiste: "las vidas de los antepasados son como la corriente, si no se guardan en un relato, en una foto, se van y ya nadie las recuerda. A vos te gusta contar cuentos, escribí uno".
     Años más tarde, sentada bajo el parral junto a tu piedra, entre emerocallis amarillos y la Virgen del Buen Camino que te cuida, me embarco a escribir esta historia; tan sólo un hilo conductor que hilvane relatos, experiencias y anécdotas de las distintas personas que te precedieron  y que me fuiste revelando a lo largo de los años con tu estilo directo y divertido.
     Vamos a ver cómo sale.

Bernardo Ader
Paris, 1845 - Buenos Aires, 1918

Todo comienza en la ciudad de Pau, en el Sur de Francia.
Corría 1860. Bernard Ader y Jeanne Michoud embarcaron a su hijo Bernardo, de quince años, rumbo a la Argentina. No se sabe muy bien cuál fue el motivo. Pudo haber sido la falta de posibilidades de crecimiento en Francia, o los impulsó el hambre en la región, o tal vez los rumores de que una cuota de esfuerzo sumado a un espíritu emprendedor bastaban para enriquecerse en América. Su otra hija y su yerno, el barón Emile Bieckert, alsaciano, se habían instalado en las nuevas tierras hacía ya un tiempo, aprovechando las ocasiones para hacer fortuna.

En 1859, Bieckert instaló la primera fábrica de hielo en el país. Con ilusiones de nuevos proyectos, montó una fábrica de cerveza contratando a técnicos especializados en Alsacia.

Añorando los gorriones de su ciudad natal, Barr, junto con la maquinaria hizo importar trece jaulas de esas aves para soltar en Buenos Aires.

Bieckert llevó muestras de su cerveza a la Exposición Universal de 1889 en París y a Amberes, donde fue premiada. El negocio resultó de un éxito tan rotundo que las necesidades de producción excedían la capacidad de la planta por lo que se trasladó a instalaciones más amplias y modernas a Llavallol, al sur de la provincia, llegando a ocupar un predio de trece hectáreas en 1908.

Bernard Ader y su mujer Jeanne estaban esperanzados y tranquilos, su hijo tendría la oportunidad de un destino mejor y además no iba a ciegas, su hermana lo estaría esperando.

En 1860, Bernardo llegó a Buenos Aires a dormir sobre un colchón en el piso de una carpintería dónde trabajaba.

Cuentan las cartas que Bieckert lo recibió anunciándole que se iba a tener que ganar el sustento diario y que recién podría ser bienvenido en su casa cuando le hubiera demostrado que servía para algo.

La fría bienvenida le indicó claramente que se las iba a tener que arreglar solo, pero eso, lejos de amedrentarlo, forjó en él un carácter tenaz y voluntarioso que lo acompañó toda su vida. Aprendió el oficio de ebanista y comenzó a trabajar duro y parejo. Pronto se dio cuenta de que la Argentina prometía futuro y fue aprendiendo a visualizar las oportunidades de buenos negocios.

A los veintidos años ya había ganado unos cuantos pesos y empezó a ser recibido con respeto en la casa de su hermana y su cuñado, incluso éste le ofreció participar en algunas actividades en forma conjunta, Esa relación dio origen a la enorme fortuna que ambos crearon, a partir de la valorización de la tierra que hubo en la Argentina entre 1870 y 1920. Todas las propiedades que adquirieron, fueran urbanas o rurales, las compraron por nada y se multiplicaron por cincuenta o por cien según los casos.

El chico que había llegado a la Argentina sin nada era ahora millonario.

Una tarde, de visita en lo de su hermana se fijó en el retrato de una chica rubia sobre el piano familiar. Era la prima de Bieckert, una alemana luterana, Elise Schulze. Le gustó y se las arregló para casarse por poder con ella en menos de un año.

Elise Schulze viajó a la Argentina a vivir con su marido a quien sólo conocía por un dibujo hecho a mano y sin hablar una sola palabra de castellano ni de francés.

Tuvieron cuatro hijos, dos mujeres y dos varones, de los cuales sólo Anita llegó a la edad adulta.

En esa época pre-penicilina la mortalidad infantil era muy alta. Pasaba en todas las familias, había gran resignación al respecto pero no por eso menos sufrimiento.

La difteria se llevó a Juanita, de cinco años, y Eduardo y Enrique, muy jóvenes, se enfermaron de tuberculosis.

(Continuaremos la publicación de algunos pasajes del libro)
villaadelina37@hotmail.com


domingo, 20 de octubre de 2013

Vecinos de mi barrio

Nélida Olga Langenechin-Miguel Bueno
 
Visitamos la casa de Paraná al 6700 casi llegando a Fray Cayetano Rodríguez y somos atendidos por el matrimonio de Nélida Olga Langenechin (deformación del apellido alemán Langhenein) y Miguel Bueno.
 
Nélida (que nació en 1934), nos relata que se mudó a esta casa en 1949, que estaba construida en el año 1939 y era de Marcos Ostigiansky. Por aquel entonces su casa era la única de la cuadra, el resto eran tierras de quintas o lotes baldíos. Toda esta zona originalmente fue propiedad de Bernardo Ader, Nélida tuvo un local frente a la actual vivienda, dedicado a la venta de ropa para niños.
Su padre fue Guillermo Langenechin, nacido en Colonia Vélaz, en la provincia de Buenos Aires que llegó a Villa Adelina procedente de Pérez Millán (Prov. De Bs.As.) adonde trabajó como ferroviario desde 1920. Trasladado por el Ferrocarril Central Córdoba a Buenos Aires, se desempeñó en Boulogne y luego como auxiliar de primera en la estación Villa Adelina. Aquí tuvo como compañero, entre otros, a Domingo Santieusanio, padre de Osvaldo Ramos que fue cantor de tangos en varios conjuntos orquestales, siendo el último de ellos la orquesta de Juan D'Arienzo.
 

Diplomados - Nélida (Pocha) y, entre otros, Alberto Caputo (Chichí)
Nuestro vecino Miguel Bueno, nació en la localidad pampeana de Speluzzi, Departamento de General Pico, el 12 de junio de 1928. Su padre fue Rodrigo Bueno, fallecido en 1954, a los 64 años, era español de Aragón. Su madre Florinda Leranoz, fallecida en 1982 a los 86 años.


En 1941 vivieron en el barrio de Agronomía (Capital Federal). Se casó con Nélida el 19 de setiembre de 1953 y son padres de Graciela y Adriana.
 

La familia Langenechin-Bueno en el festejo del cumpleaños de Miguel
Miguel es humorista, en una línea de fino humor, quizás semejante al de Juan Verdaguer u otros de ese  estilo. En tal carácter participó en el programa "Finalísima" en 1988, en 1997 con Julio Lagos en "De broma en broma".  Es tío-abuelo del cantante cuartetero "Rodrigo".



 

 

Miguel Bueno nos menciona que en oportunidad que su ciudad natal, Speluzzi, cumplió los 100 años el 11 noviembre de 2007, editó un libro de excelente calidad, con 200 páginas de papel satinado y tapas donde registró  el origen del nombre, la historia de la localidad y pequeñas biografías de sus vecinos desde los tiempos de la fundación. Es un ejemplo que le parece digno de imitarse, teniendo en cuenta además que en aquella oportunidad su población era de 258 habitantes. 
 
Miguel Ángel Lafuente. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Francisco Diurno, una personalidad del barrio

Adelina... la Princesa

...Transcurrieron algo más de dos años investigando y escribiendo la historia que ya me fascinaba. Hallé varias contradicciones que se precisó mucho tiempo para descifrarlas, como fue la correcta identidad de Adelina y su familia; la construcción y pertenencia del denominado "castillo" y la compra-venta de las tierras donde se levanta la "Torre Ader", además de otras erratas de menor importancia.

El motivo por el cual me había prestado a trabajar tanto sin la obtención de beneficio alguno, para que Villa Adelina tuviera en un volumen toda su historia, se debia, principalmente, a mi curriculum:

Durante 48 años he vivido en ella; tuve comercio propio y desempeñé distintos cargos en las comisiones de varias Instituciones: Secretario de la Sociedad de Fomento "Unidad Villa Adelina"; Tesorero de la "Sociedad de Fomento y Biblioteca Popular de Villa Adelina"; fundador directo de la Sociedad "Amigos de la Calle Paraná" en el cual, durante cinco periodos discontinuos fui su Presidente; Director del órgano mensual de la Sociedad "La Voz"; Presidente de la Sociedad Cooperativa de Fomento y Obras de Bien Público Limitada "INTER" compuesta por catorce Instituciones de la localidad, entre otras de menor importancia una nota aparecida en el diario "La Nación" el 13 de febrero de 1979, bajo el título "El nombre de Villa Adelina", fue la chispa inicial de todo lo que aconteció después.


Diurno con su hija Elena

En ella, el autor de la misma, señor Derek Drysdale, entre otras cosas expresaba que era pariente de Adelina, daba los nombres de los padres para luego explayarse sobre cuestiones de herencia y por último, informaba que Adelina se había casado con un príncipe italiano, María Colona, que tuvo varios hijos que residían en Roma y daba los nombres, los que se utilizaban en familia.

Con ello, descubrí que el motivo por el cual se habían tejido distintas teorías en torno a la identidad de Adelina, había sido porque dejó de residir en la Argentina...

...Siempre en la búsqueda de la información correcta en mis andanzas de investigador, tuve la necesidad de golpear infinidades de puertas, de las cuales, muchas permanecían cerradas, otras se abrían y cerraban indiferentes y solo unas pocas me brindaron el coraje de seguir adelante. Fue en una de éstas últimas circunstancias que tuve la inmensa dicha de conocer a una prima legítima de Adelina, María Munro, la mayor de las tres hijas de su tío Jorge Munro, quien muy gentilmente se aprestó a ayudarme a que conociera en detalles las grandes cualidades personales que caracterizaban al abuelo, su "grand-papa" Duncan Mackay Munro...

...Creo que es sumamente necesario aclarar, sobre todo para los historiadores que se ocuparon o que desean ocuparse en lo que respecta al origen de la titularidad de las tierras en que se yergue gallarda la Torre Ader, que la historia que se cuenta en la actualidad se halla equivocada. Los fundamentos de esta aseveracion esta dada por lo que ya hemos conocido al principio de esta historia: que Juan y José Drysdale, dos hermanos que eran titulares de una antigua firma importadora de maquinarias agrícolas, fallecieron en los años 1890 y 1893 respectivamente, existen pruebas de ello. Por lo tanto, jamás pudieron haberle vendido en 1914 a Bernardo Ader la tierra en que, luego, hizo levantar la elegante Torre que lleva su apellido o el de una antigua Torre situada a mil pasos de Belén en Palestina. Alli oyeron los pastores el anuncio del nacimiento de Jesucristo...

...En lo que respecta directamente a la fracción en la cual se halla implantada la Torre, estoy en condiciones de asegurar, gracias a los buenos oficios de los empleados del Ministerio de Obras Públicas (Geodesia) y del de Hacienda (Catastro) de la ciudad de La Plata que, se halla inscripto bajo el numero 42.560 Serie C-Año 1908 Y que Emilio Bieckert vendió el 7 de abril de 1908 a Bernardo Ader... etcétera. El escribano interviniente fue Alberto M. Haedo...

...Años mas tarde, su sucesora Ana Elisa Ader de Grumbaum por (1968/1969) dona la Torre a la Provincia de Buenos Aires y por (1979/1980) la Provincia la donó al Municipio de Vicente López. En este momento mantiene la custodia de la Torre Ader el Instituto de Investigaciones Históricas -dice un folleto que me ha sido entregado en el Museo y Biblioteca de la Torre Ader, que funciona en la misma-, con el fin de organizar un complejo cultural municipal que asesore a las escuelas y a las autoridades en materia de señalamiento de lugares tradicionales que se conservan en ese medio.
FRANCISCO DIURNO

 


martes, 1 de octubre de 2013

Una familia de San Isidro

Los Abriata en Villa Adelina

"Entre nosotros, donde sobreabundan los figurones, es plausible investigar sobre las personas de nuestro pasado que no llegaron a ser personajes.

Esto viene a corresponder, en cierto modo, a la elaboración de una historia 'popular' más profunda y llena de contrastes -me refiero a los efectos de luces y sombras- que la deslumbrante historia de los héroes.

En la historia, como en las guerras, el desconocido es siempre el soldado, no el general. La justicia de la posteridad consiste, pues, en depositar algunas flores de inteligencia ante el osario común de tantos olvidados, para mantener vivo el recuerdo de quienes vivieron con más pena que gloria".


Prof. Francisco Pedro Laplaza. Penalista, ex Decano de la Facultad de Derecho, Miembro Titular de la Academia Porteña del Lunfardo y del Junta de Estudios Históricos de Belgrano.

Antes de la llegada del ferrocarril (el Central Córdoba Extensión a Buenos Aires) lo que actualmente se conoce como Boulogne y Villa Adelina, eran llamadas respectivamente como las Lomas de San Isidro y los Altos de Martínez. No tenían nombre propio, salvo la mención del paraje conocido como La Adelina, nombrada por lo menos desde mitad del siglo XIX en varios documentos históricos, encontrándose escrituras con esa denominación y documentos con la firma de Rivadavia (según la hipótesis del profesor Ramón Miranda).

(Nota: el profesor Miranda, fallecido, fue Miembro de Número del Instituto de Historia Municipal de San Isidro. No hemos podido encontrar familiares u otros conocidos).

La última de las grandes extensiones dedicadas al cultivo de la verdura, que sobrevivió durante el siglo XX, es la que iniciara hacia 1908 el inmigrante Guillermo José María Abriata, su mujer Anna María Gobello y los doce hijos de la pareja.
 
 
Según los archivos históricos, entonces en el Museo Pueyrredón, la quinta se puso en venta en 1908 y tenía una superficie de "treinta y un hectáreas, diez y seis áreas y cuarenta y siete centiáreas". Su dueño era Eliseo Cantón, que mandó publicar avisos para promocionar la propiedad y donde decía que la próxima estación del F.C.C.C. pasaría a metros del lugar.

Los límites de la quinta eran las actuales calles Gorriti, lindante con la propiedad de don Avelino Rolón, que después de su muerte fue donada a la "Escuela Hogar Carlos de Arenaza"; Yerbal, con las tierras recién compradas por el Ferrocarril C.C.; Colombres, con los Rebagliati -actual fábrica Orbis- y Lamadrid, con las tierras de los Hnos. Cantón (ver en el plano).



 
Cuando la propiedad se puso en venta y a punto de ser fraccionadas, apareció Guillermo J. M. Abriata, que sin un peso, pero con una gran amistad personal con don Agustín Repetto, el más poderoso caudillo radical de entonces, le otorgó un préstamo, sin documentos, pero con el compromiso de pagarle, cuando sus tierras estuvieran produciendo. El inmigrante era hombre de palabra, analfabeto y muy inteligente.

La vieja casona ya tenía su pasado. Fue construida a la usanza de los cascos de estancias de los siglos XVIII y XIX, su diseño interior del tipo chorizo, es decir, habitaciones conectadas a través de puertas con dos hojas, dando a una galería común, cada habitación con su vestidor y un sótano que se usaba como bodega, así como los ladrillos de tipo colonial, mosaicos y tejas importados de Francia. Habría sido hecha no antes de la mitad del siglo XIX. No hay documentos que avalen la antigüedad de la casa, como tampoco lo hay -por el año de referencia- a ninguna de aquella época: la del actual Museo Pueyrredón y el viejo edificio municipal de San Isidro, que es de 1872.

El domingo 12 de julio de 1908, don Guillermo Abriata y su mujer Anna María Gobello, no tuvieron otra alternativa. Habían abandonado el ranchito que tenían en terrenos del ferrocarril inglés y con unos buenos pesos que les dio Diego Carman, el administrador del Ferrocarril C.C. en compensación por sacarlos del lugar, decidieron comprarse "algo".

Don Abriata, ya era un gringo totalmente acriollado, pero con todas las costumbres de su Piamonte natal en cada una de sus maneras. Recto como buen gaucho, incansable trabajador de la tierra como inmigrante hambriento y con deseos de un lugar propio que la Europa le negara, analfabeto como la mayoría de la gente de entonces, el remate de ese día era la oportunidad de su vida. Venían de Florida y el cambio de siglo lo habían pasado en el rancho donde con algunos de sus hijos mayores, plantaban verdura de todo tipo. No más de una veintena de agricultores y horneros formaban la población. La mayoría arrendaba su pedazo de tierra a minifundistas que venían de vez en cuando a cobrar su renta, pero que paseaban su fortuna y vivían en el pueblo, esto es en San Isidro devoto y sitio de descanso de fin de semana de damas y damitas porteñas. En esa situación estaban los Cantón y Avelino Rolón, quienes años después serían sus vecinos. A los verdaderos dueños de la tierra muy pocas veces se les veían las caras.

La de los Abriata llegó a ser la más dinámica y rica quinta de San Isidro, y la última en desaparecer en 1978. Esta pequeña empresa agrícola arrancó con media manzana, y don Guillermo fue tan empeñoso con sus manos como rápido con la cabeza para los negocios. Tuvo visionariamente la certidumbre de que ese lugar algún día gozaría de progreso. A los pocos años de instalarse, la tierra le resultó escasa. Como los dueños de la tierra aledañas no las ocuparon, quedaron libradas a su suerte, y el labriego -con sus doce hijos- tomó posesión de las mismas.

El tren, promesa de los rematadores, no apareció por ninguna parte. Los años pasaron y los que prometieron pagar en mensualidades, abonaron las primeras cuotas y ante la falta de noticias de progreso y del ferrocarril, no pagaron más.

Don Guillermo siguió labrando la tierra y mientras no hubiera reclamos, ocupó las 31 hectáreas originales, que limitan con las actuales: Gorriti, Lamadrid, Colombres y Yerbal.

Cuando finalmente apareció el ferrocarril, también se presentaron los primeros reclamos. Pero todo lo arregló pacíficamente y aquellos reclamantes recibieron lo suyo.

En los años cincuenta se llegaron a cultivar hasta 70 mil plantas de tomates por año y toneladas de papas, zapallitos, hinojos, melones, sandías, que llegaron regularmente a abastecer a las mesas capitalinas.

Don Guillermo fue precavido con sus ahorros, ya que dejó a sus herederos una gran cantidad de terrenos, muy bien ubicados en lugares cercanos a las estaciones Boulogne y Villa Adelina.
 
Junto a la desaparición física de los Abriata (Ana María murió en 1921 y Guillermo en 1931) que trabajaron la tierra con sus manos, la irrupción de las casas que fueron cercando a los campos y el mal negocio que resultaba la producción de verduras, ayudó para que la Quinta de los Abriata cayera, bajo el peso de los nuevos vecinos y de los nuevos tiempos.

 
Atrás quedaron las ceremoniosas fiestas donde toda la vecindad, agricultores y ferroviarios recién llegados, disfrutaron de aquellas largas tertulias, que se cortaban con el "se acabó el baile" cuando el sueño empezaba a cercarlo a don Guillermo.

(Nota: se tomaron algunas referencias para este texto del periódico Pueblo Chico, de mayo de 1993).

Exposición de la Junta de Estudios Históricos de Villa Adelina en la IV Jornada de Historia de El Talar, el 24 de octubre de 2009, y la XI Jornada Histórico-Geográfica de Tres de Febrero, el 31 de octubre de 2009.

Miguel Ángel Lafuente
Secretario JEHVA