viernes, 13 de diciembre de 2013

Enrique y Eduardo Ader


En 1980 se dispuso instalar allí el Instituto de Investigaciones Históricas que albergaba una biblioteca y archivos de asuntos municipales. Años más tarde comenzó a funcionar como museo, biblioteca y hemeroteca y fue declarada Monumento Histórico Municipal en diciembre de 1996.

Bernardo quiso edificar la torre en Villa Ballester porque estaba convencido de que el aire puro del lugar, lejos de la contaminación de la ciudad, curaría o al menos ayudaría a aliviar los pulmones de sus dos hijos tuberculosos. No se dio cuenta de que era lo más parecido a un pozo de humedad.

No podía funcionar, los chicos estaban cada vez peor. Elise decidió llevarlos a Alta Gracia, buscando el aire seco de la sierra que sus hijos tanto necesitaban y clínicas de rehabilitación donde los cuidarían bien.

Enrique, que no estaba tan grave como su hermano, escribía cartas a su padre contándole como evolucionaba y a pesar de su gran malestar intentaba calmarlo, mandaba siempre muchos cariños a su sobrinita Elisita y trataba de vivir en la esperanza. 

Estas cartas recorrieron las generaciones y llegaron a mis manos para que yo pudiera ser testigo de la incertidumbre y sufrimiento de su enfermedad.


Eduardo murió expectorando sangre negra el 16 de abril de 1908 y su hermano lo siguió veinte días después. Tenían veintiséis y veinticuatro años.


Fue un golpe brutal para la familia. Y según mamá, que gustaba de conjeturar sin pudor, para consolarse y distraerse de su dolor derivaron toda su atención a Elisita, primera hija de Anita, mimándola y consintiéndola sin límites.

Una vez terminada la torre, mi tatarabuelo se sintió viejo y enfermo.

Cuentan que días antes de morir pidió que lo subieran con una silla por los diez pisos de la escalera de mármol para que pudiera ver el panorama y disfrutar de su obra.

A su modo fue una despedida.

Bernardo Ader murió el 29 de marzo de 1918, nueve meses después de la inauguración de la torre en la Argentina que tanto amo y tantas oportunidades le había dado.

Anita, su madre Elisa, Rodolfo y sus hijas comenzaron entonces un período de largos viajes por distintos países de Europa y finalmente decidieron radicarse en París, más por deseo de Anita que por el de su marido, que hubiera preferido quedarse en la Argentina. Su padre Julio Grunbaum y sus hermanos Juan y Pablo habían quedado allí y también su querida curtiembre.

Pero según todas las fuentes, el sello en la familia lo ponía Anita y ella había manifestado con insistencia el deseo de ir a vivir a Francia ya desde el día de su casamiento.

En el año 1922 vendieron su participación en la curtiembre a su socio Jacques Soulas y emigraron.

Creo que el verdadero motivo debe haber sido una huida de los amargos recuerdos de enfermedad y muerte, y de una tierra que, paradójicamente, tanto les había dado como arrancado. Tal vez pensaban que para poder dar vuelta la página era necesario partir.

Elisita y Bernardina crecían en el Viejo Mundo junto a sus padres y abuela, rodeadas de lujos y mimos, y su educación se plasmaban a través de experiencias de viajes culturales, lectura y vida familiar.

La enorme fortuna creada por Bernardo Ader en Argentina, de la cual Anita se había convertido en única heredera, seguía permitiendo ese fastuoso estilo de vida. Pero tal vez no de la mejor manera. Para financiarlo, realizaron un primer loteo en Villa Ballester y así de a poco, casi sin darse cuenta, empezaron a descapitalizarse.

(Continuaremos publicando pasajes de este libro con anuencia de su autora)
Miguel A. Moschiar
migmoschiar@gmail.com

lunes, 9 de diciembre de 2013

Médico de pueblo, eminencia nacional


El doctor Julio Alberto Ghersi nació en la ciudad de Buenos Aires, el 28 de agosto de 1908. Su madre fue Rafaela Oliva que murió en 1943, a los 63 años. Su padre fue Juan Ghersi, uruguayo, que falleció en agosto de 1969 cuando había traspuesto los 100 años de edad. La tía soltera, Sofía Ghersi, fue la que prácticamente lo crió y a ella agradecía el recibirse de médico y adquirir el hábito de la buena música por su frecuente concurrencia al Teatro Colón.

Se graduó en 1934 con Diploma de Honor en la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Poco después doña Rosa Fernández, una señora española amiga de su familia, le recomendó conocer Villa Adelina. El flamante médico tomó el tren y visito a este pueblo de calles de tierra y vecinos muy humildes. Alquilo una casita, "La Ñaña" en la calle Caxaraville a dos cuadras de la actual Paraná y luego otra en Los Fortines 2831.

Se casó con la obstetra Soledad Martín (nacida el 11-11-1912 y fallecida el 4-3-1962), diplomada en la Facultad de Medicina de la ciudad capital y con quien compartió el consultorio de Los Fortines y Guayaquil, todos los días, el Dr. Ghersi de 16 a 18 y su esposa de 14 a 16. De esa unión nacieron Martha Sofía en 1938 que luego será farmacéutica y Silvia Haydée en 1946, después odontóloga como su tía Aurora Martín.

Su familia recuerda con simpatía que el primer paciente del Dr. Ghersi en Villa Adelina fue una vecina portuguesa y el enfermo un gallo con moquillo. Así como otro episodio en que el joven médico debió atender a una vecina en su humilde rancho ubicado a orillas de la laguna (la islita). Le receto unos sellos para curar la gripe y por falta de recursos, sobre una mesa le dejo diez pesos no sólo para la medicación sino para procurarse algunos alimentos.

Algunos años después se estaba construyendo su casa que también tendría el consultorio, con unos albañiles poco hábiles ya que le estaban dejando secar el cemento, lo que lo enfureció, pero medió como componedor del incidente el esposo de la señora que trato en el modesto rancho de la laguna. También recuerdan que algunas visitas domiciliarias debía hacerlas con botas de lechero, otras veces en una bicicleta que le prestaba el nombrado Arturo Spedaletti, o a pie o en su auto cuando el estado de las calles lo permitía.

El periodico "Mercurio de Villa Adelina" de la 2da. quincena de junio de 1957, dice: "El pasado miércoles partió desde el Aeropuerto de Ezeiza con destino a los EU y Europa, el destacado profesional doctor Julio A. Ghersi. El conocido neurocirujano que viaja en representación de nuestro país se propone asistir a diversos congresos de su especialidad, que tendrán lugar en el país del Norte y Bélgica. El prestigio del Dr. Ghersi ha trascendido los límites de nuestro país, considerándosele un perito en el campo de la neurocirugía. El viaje de estudio abarcara numerosos países del Viejo Mundo e insumirá alrededor de tres meses".

En la edición de la 1ra. quincena de julio de ese año, el "Mercurio" informa:
"El pasado 22 partieron rumbo a Europa, a bordo del Conte Biancamano, la doctora Soledad M. de Ghersi y su señorita hija Martha S. Es propósito de los viajeros reunirse con el Dr. Julio A. Ghersi que ya se encuentra en el Viejo Mundo por cuestiones profesionales y cuyo viaje señalamos en su oportunidad".



El 8 de marzo de 1971 (que es el Día Internacional de la Mujer) el Doctor Ghersi se casó con María Luisa Calmels, nacida el 7 de Agosto de 1932 en Quehué (que significa el "Lugar central"), La Pampa. Su padre fue Juan Bautista, vasco francés, artesano en herrería artística que murió en 1943. Su madre Piedad Antonia Romero, fallecida en 1935. Esta era hija de Nazario Romero que en 1886 realizó el primer asentamiento poblacional y construyó el casco de una estancia junto a un caldén centenario. Un historiador lugareño afirma que Nazario fue el fundador de esa localidad el 7 de noviembre de 1896.

La señora María Luisa viajó a Buenos Aires a casa de una prima en 1943. Estudio enfermería en la Cruz Roja Argentina y se recibió en 1955. Lo conoció al Dr. Ghersi en el Servicio de Neurocirugía del Hospital Naval de Buenos Aires, del Instituto de Cirugía de Haedo y en el Pirovano, Fue su alumna, instrumentadora, secretaria y Enfermera Jefa del Servicio de Neuropsiquiatría.

Resumiendo:

* El 12-12-1991 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.



- El 4-7-1991 Huésped de Honor del Partido de San lsidro.
- Fundador del Servicio de Neurocirugía "Manuel Balado" del Instituto de Cirugía "Luis Güemes" de Haedo, provincia de Buenos Aires. (El doctor Balado fue fundador y Primer Profesor de la Catedra de Neurocirugía y maestro del Dr. Ghersi).
- Fundador del Servicio de Neurocirugía del Hospital Municipal Dr. Ignacio Pirovano, donde hay un aula que lleva su nombre.
- Consultor y fundador de Neurocirugía del Hospital Naval.
- Fundador de Escuelas de especialización en Enfermería Neuroquirúrgicas de Salud Pública de la provincia de Buenos Aires y Cruz Roja Argentina.
- Presidente de varias Sociedades de Neurocirugía del país y el extranjero.
- Organizo cursos para médicos de la especialidad en el país y el exterior.
- Obtuvo premios de investigaciones en trabajos por la Academia Nacional de Medicina y la Asociación Médica Argentina.
- Miembro co-fundador del Colegio Argentino de Neurocirugía.
- Miembro co-fundador y varias veces Presidente de la Sociedad Argentina de Neurocirugía de la Provincia de Buenos Aires.
- Miembro Honorario Nacional del Forum Neurólogico.
- Fue autor y coautor de más de 300 trabajos de la especialidad.


Le fue dedicado el primer y único museo de Sitio de Instrumental inventado por él y libros de neurocirugía, que funciona en el Hospital Interzonal de Agudos de la provincia de Buenos Aires en Haedo.

Al jubilarse después de sesenta años de médico y más de 25 de profesor adjunto y titular, se hizo merecedor al título de Profesor Extraordinario Emérito de la Universidad de Buenos Aires.

El doctor Julio Alberto Ghersi falleció el 27 de marzo de 1997, a los 88 años de prolífica vida. Uno de sus alumnos dijo entonces "murió un luchador, un hombre que en su plenitud no supo de debilidades, de cansancio ni de pesimismos".

Tiempo antes de su muerte respondió preguntas de un periodista diciendo que sus días los pasaba estudiando, recibiendo consultas y dando consejos, poniéndose al día con la invalorable ayuda de su esposa.

Miguel A. Lafuente

domingo, 8 de diciembre de 2013

La Torre Ader

Y mi tatarabuelo construyó una torre.

Lo hizo en Villa Ballester (1), en una propiedad de trescientas hectáreas, regalo de su cuñado el barón Emile Bieckert a su hija Anita con motivo de su casamiento en 1905.

En el año 1907 Bernardo Ader presentó ante la Municipalidad del Partido de Vicente López el expediente número 163, solicitando autorización para construir una torre. Esta formaría parte de un proyecto más ambicioso: un cháteau de estilo florentino siglo XVIII, grandilocuente, como era su creador, y quizás por sugerencia de su hijo Enrique, que estudiaba ingeniería.

Pero en 1908, Bernardo sufrió dos desgracias seguidas y dolorosas: sus dos hijos Eduardo y Enrique murieron de tuberculosis, lo que hizo que el gran emprendimiento perdiera su ímpetu original. 

Los años pasaron y en 1914, Bernardo decidió que la torre no debería ser un monumento a su tierra natal o a sus logros personales, sino un regalo al país que lo había adoptado. Suspendió entonces y de manera definitiva la construcción del cháteau e inició el expediente número 23, para lograr la aprobación de la tarea de completar la torre y obsequiársela a las autoridades. De esta manera la torre fue resignificada como gesto para el Centenario de 1916, en agradecimiento a la Argentina y en honor a sus hijos varones fallecidos. Fue bautizada "Torre de la Independencia", pero luego con los años pasó a ser simplemente la “Torre Ader".

Los ingenieros Artaza y Marino y la empresa constructora Stefanetti e hijos se encargaron del proyecto y construcción.

Muchas veces fui a visitar la torre de mi tatarabuelo.

La primera fue al cumplir siete años. Me llevó mamá. Desde bien lejos se la veía, alzándose en el horizonte. Pasamos por calles de casas bajas, un barrio de fábricas, y finalmente apareció, alta, magnífica y majestuosa con sus cuarenta y dos metros y treinta centímetros de altura y el lema: MON DROIT ET DIEU. (Mi derecho y Dios)

Dos escaleras señoriales de mármol conducían a la puerta de entrada. Adentro se dejaban ver, en un recinto cuadrado, las paredes blancas forradas con estanterías repletas de libros y un retrato importante de Bernardo Ader.

Apoyados en las repisas bajo las ventanas se enfrentaban dos bustos de bronce: Eduardo Ader y Enrique Ader.

Me acuerdo que mamá dijo: "Qué machista el viejo. Nada sobre Anita!"

Contra la pared blanca colgaban enmarcados algunos recortes de diario con fotos en blanco y negro de la torre evocando el día de su inauguración, el 9 de Julio de 1917, y una reseña de la vida de Bernardo Ader.

De una sala adyacente partía una escalera de doscientos treinta escalones de tramos rectos adheridos a la pared interna, en forma de caracol y barandas de hierro cuadrados que nos llevó hasta lo alto; salimos al exterior por una puertita y recorrimos todo el perímetro caminando por un balcón-mirador.

Alzando mi cabeza, le pregunté a mamá por qué su bisabuelo había hecho la torre. “Me parece que se había vuelto un poco loco”, me dijo mirando la vista imponente.

Hace dos años volví a la torre con mi hija Paz.

Seguía siendo la misma pero los años la habían adornado con otras etiquetas, y tal vez mi mirada adulta captó nuevas cosas Una placa rezaba:

“DONADA POR ELISA Y BERNARDINA GRUNBAUM ADER A LA MUNICIPALIDAD DE VILLA BALLESTER (2), el 16 de Octubre de 1967.”

N. de la R.
(1) La señora Magdalena recordaba en nuestra entrevista que en su niñez siempre escuchaba decir “vamos a Villa Ballester...”. Es evidente el malentendido dado que la “Chacra de Bieckert” siempre estuvo en Villa Adelina. Por su relato también supimos que viajaban hasta la estación Carapachay procedentes de Retiro. Es decir que arribaban al Partido de Vicente López, al cual correspondía Villa Adelina y no a San Martín, Partido al que pertenecía Villa Ballester.
Otro dato que corrobora nuestra certeza es el pedido de autorización para construir la Torre a la Intendencia Municipal de Vicente López y la placa (2) que dice: "Donada por Elisa y Bernardina Grunbaum Ader a la Municipalidad de Vicente López, el 16 de Octubre de 1967.”

Hasta aquí el relato de otro capítulo del libro "Río Abajo" de Magdalena Vila Torralva, que continuaremos transcribiendo en sus partes esenciales.

Miguel A. Moschiar (migmoschiar@gmail.com)

jueves, 5 de diciembre de 2013

"Río Abajo", de Magdalena Vila Torralva

"a mamá y al Mono" dice la dedicatoria y Magdalena nos aclara que el seudónimo corresponde a su abuelo Luis Torralva. 
 
El prólogo encabeza con la frase "para que el eco no se apague"  y sigue:
Santa Ana, Córdoba, febrero de 2010
      Supongo que los pedidos de una madre quedan por ahí en suspenso hasta que llega el momento de cumplirlos.
     Una mañana, bordeando el río, me dijiste: "las vidas de los antepasados son como la corriente, si no se guardan en un relato, en una foto, se van y ya nadie las recuerda. A vos te gusta contar cuentos, escribí uno".
     Años más tarde, sentada bajo el parral junto a tu piedra, entre emerocallis amarillos y la Virgen del Buen Camino que te cuida, me embarco a escribir esta historia; tan sólo un hilo conductor que hilvane relatos, experiencias y anécdotas de las distintas personas que te precedieron  y que me fuiste revelando a lo largo de los años con tu estilo directo y divertido.
     Vamos a ver cómo sale.

Bernardo Ader
Paris, 1845 - Buenos Aires, 1918

Todo comienza en la ciudad de Pau, en el Sur de Francia.
Corría 1860. Bernard Ader y Jeanne Michoud embarcaron a su hijo Bernardo, de quince años, rumbo a la Argentina. No se sabe muy bien cuál fue el motivo. Pudo haber sido la falta de posibilidades de crecimiento en Francia, o los impulsó el hambre en la región, o tal vez los rumores de que una cuota de esfuerzo sumado a un espíritu emprendedor bastaban para enriquecerse en América. Su otra hija y su yerno, el barón Emile Bieckert, alsaciano, se habían instalado en las nuevas tierras hacía ya un tiempo, aprovechando las ocasiones para hacer fortuna.

En 1859, Bieckert instaló la primera fábrica de hielo en el país. Con ilusiones de nuevos proyectos, montó una fábrica de cerveza contratando a técnicos especializados en Alsacia.

Añorando los gorriones de su ciudad natal, Barr, junto con la maquinaria hizo importar trece jaulas de esas aves para soltar en Buenos Aires.

Bieckert llevó muestras de su cerveza a la Exposición Universal de 1889 en París y a Amberes, donde fue premiada. El negocio resultó de un éxito tan rotundo que las necesidades de producción excedían la capacidad de la planta por lo que se trasladó a instalaciones más amplias y modernas a Llavallol, al sur de la provincia, llegando a ocupar un predio de trece hectáreas en 1908.

Bernard Ader y su mujer Jeanne estaban esperanzados y tranquilos, su hijo tendría la oportunidad de un destino mejor y además no iba a ciegas, su hermana lo estaría esperando.

En 1860, Bernardo llegó a Buenos Aires a dormir sobre un colchón en el piso de una carpintería dónde trabajaba.

Cuentan las cartas que Bieckert lo recibió anunciándole que se iba a tener que ganar el sustento diario y que recién podría ser bienvenido en su casa cuando le hubiera demostrado que servía para algo.

La fría bienvenida le indicó claramente que se las iba a tener que arreglar solo, pero eso, lejos de amedrentarlo, forjó en él un carácter tenaz y voluntarioso que lo acompañó toda su vida. Aprendió el oficio de ebanista y comenzó a trabajar duro y parejo. Pronto se dio cuenta de que la Argentina prometía futuro y fue aprendiendo a visualizar las oportunidades de buenos negocios.

A los veintidos años ya había ganado unos cuantos pesos y empezó a ser recibido con respeto en la casa de su hermana y su cuñado, incluso éste le ofreció participar en algunas actividades en forma conjunta, Esa relación dio origen a la enorme fortuna que ambos crearon, a partir de la valorización de la tierra que hubo en la Argentina entre 1870 y 1920. Todas las propiedades que adquirieron, fueran urbanas o rurales, las compraron por nada y se multiplicaron por cincuenta o por cien según los casos.

El chico que había llegado a la Argentina sin nada era ahora millonario.

Una tarde, de visita en lo de su hermana se fijó en el retrato de una chica rubia sobre el piano familiar. Era la prima de Bieckert, una alemana luterana, Elise Schulze. Le gustó y se las arregló para casarse por poder con ella en menos de un año.

Elise Schulze viajó a la Argentina a vivir con su marido a quien sólo conocía por un dibujo hecho a mano y sin hablar una sola palabra de castellano ni de francés.

Tuvieron cuatro hijos, dos mujeres y dos varones, de los cuales sólo Anita llegó a la edad adulta.

En esa época pre-penicilina la mortalidad infantil era muy alta. Pasaba en todas las familias, había gran resignación al respecto pero no por eso menos sufrimiento.

La difteria se llevó a Juanita, de cinco años, y Eduardo y Enrique, muy jóvenes, se enfermaron de tuberculosis.

(Continuaremos la publicación de algunos pasajes del libro)
villaadelina37@hotmail.com