lunes, 26 de septiembre de 2016

1912-2012: 100 Años de Munro

Homenaje a familias y antiguos vecinos por el Centenario

La menuda figura de Delfina se abrió paso con firmeza, se puso detrás de la mesa y sopló con fuerza la vela plantada en el medio de la torta. A su lado, estaba otro histórico vecino de Munro: Mariano Rodríguez Bruno, de 97 años. Fue en ese momento cuando más de un centenar de personas que colmaron el salón de actos de la Asociación de Socorros Mutuos y Primeros Auxilios de Munro, irrumpió con aplausos y comenzó a cantar el feliz cumpleaños: los 100 años de Delfina del Carmen Rivas, cumplidos el 18 de marzo, y los 100 años de Munro. Una coincidencia centenaria que puso magia al aniversario.
 
Delfina nació en Los Toldos, pero en la época del 30 se radicó definitivamente en Munro cuando todavía había quintas y campos, y donde formó su familia. Rodríguez Bruno forma parte  del tronco familiar del capitán español Domingo de Acassuso y de los Pelliza. Su bisabuelo fue Gregorio Rodríguez, oriundo de las Islas Canarias  llegó a la actual Munro y construyó en 1850 la posta y pulpería conocida como “del fondo de la legua”, en la hoy esquina de Vélez Sarsfield y Mitre.

EL homenaje a las primeras familias y vecinos que forjaron Munro fue organizado por la Asociación Fundadores y Pioneros de Vicente López, que reúne a los descendientes de los primeros pobladores del Partido. La Asociación entregó diplomas conmemorativos y distinguió como socios honorarios a aquellos vecinos de más de 80 años de edad por ser parte de la memoria viviente del barrio.

Al abrir el acto, su presidente, Elaudio Rodolfo Negrete, afirmó que “este reencuentro de generaciones a partir de una historia en común no hace más que ratificar la identidad y el sentido de pertenencia que tenemos hacia el lugar donde nacimos, nos criamos y formamos nuestras familias, dando así continuidad a aquellos primeros hombres y mujeres que soñaron en grande. Este aniversario y este encuentro no hace más que ratificar esa identidad”.
 
Por su parte, Alicia de la Iglesia, integrante de la Asociación, descendiente de una de las familias pioneras de Munro y sobrina de Erolto Gómez, se encargó de presentar a cada una de las familias agasajadas y sus historias. Sostuvo que “gracias  al aporte de rodas estas familias y muchas otras, hoy podemos disfrutar de todo lo que aquellos fundadores y pioneros consiguieron". Recordó la personalidad de su tío, un hombre que formó parte de todas las organizaciones que se establecieron en Munro, colaborando con el progreso y la calidad de vida de los vecinos. También fue el fundador del periódico "Munro". Asimismo, el presidente de la Asociación de Socorros Mutuos y Primeros Auxilios, Mario Gattelli, una de las entidades más antiguas del barrio que el próximo 11 de septiembre cumplirá 85 años, hizo referencia a la importancia del reencuentro de las familias y sus nuevas generaciones.
 
En el transcurso del evento se contaron historias de aquellos años fundacionales del barrio. Por ejemplo, la de Alfredo Godoy quien en 1919 fue el primer jefe de la estación de tren y el primero en lotear las tierras adyacentes que eran del ferrocarril inglés. Su nieta, Noemí Godoy, representó a la familia al recibir el diploma de reconocimiento. También se recordó el origen de Ia familia Divano, antiguos quinteros que se instalaron antes de la creación del Partido de Vicente López en 1905. Conmovió el relato de los descendientes de Luis Tavella quien llegó en 1890 y más tarde fundara la ahora llamada Escuela Luis Tabella que funcionó, al principio, en el Club Vecinal y Fomento de Munro. Y también emocionó la historia de los inmigrantes genoveses de la familia Aprile. Venéreo llegó de Italia en 1870 y su hijo David fundó la ferretería que todavía hoy sigue atendiendo su hija Mabel, en Vélez Sarsfield al 5.000.
 
Durante dos horas y media se fueron sucediendo los relatos contados por las distintas generaciones de aquellos pioneros que hicieron historia en estos 100 años, desde de los tiempos del comienzo del ferrocarril, el trabajo de los quinteros, el desarrollo del cine nacional en los estudios "Lumiton", la transformación del barrio como polo industrial, comercial y urbano que dio fisonomía al Munro pujante de nuestros días.

Por último, se hizo un sentido homenaje José Giménez, nacido en Munro y fallecido hace poco tiempo, quien trabajara mucho por la cultura del barrio y fuera querido por todos por sensibilidad y su forma de ser. De su personalidad y calidad humana hablaron sus amigos Alberto Expósito y Oscar Fasano, en tanto que su esposa Margarita y su hijo recibieron el diploma correspondiente.
Entre otras, fueron homenajeadas las familias Quintana, Barrera, Monsell, Godoy, Cassinelli, Olivero Moreno, Batet, Tavella, Divano, Aprile, Rossi, Curti, García Huerga, Clerici, y Bocca-Repetto. Y se dieron distinciones especiales a los vecinos Aurelio Raúl Filippini, Herminia Sarotti, Alfredo Calvo, Julio Montemurro, Silvio Vasallo, Ramón Sarottii, Carlos Alberto López, Julio Bonaguro, Juanita Ortiz, Marta Parodi, Enrique González, Josefina Elsa Oneto, Josefina Victorina Divano y Luisa Adelaida Divano.
(Lucas Viapora en Punto & Aparte-Sociedad-1912-2012: 100 AÑOS DE MUNRO-Pág 56/57) 

sábado, 13 de agosto de 2016

Tierras de Silvio Ponce de León

Gran parte de las tierras de este pueblo pertenecía a don José Norman Drysdale. Lindando con la fracción de este nombre estaban las tierras de don Silvio Ponce de León, que partiendo de la calle Castelli y de la calle Pueyrredón, se extendían hacia Villa Adelina, a ambos lados de las vías del F.C., llegando por el lado norte hasta cerca de la calle Ituzaingó, y hasta la calle Cajaraville por el lado sud. Otras fracciones completaban lo que constituye el ejido del pueblo, pero las dos mencionadas eran las principales y las únicas que bordeaban las vías del F.C.

Don Silvio Ponce de León compró su fracción en 1899 a los sucesores de doña Genoveva Domínguez de Molina, fallecida el 17/12/1863 y viuda de don Silverio Molina. Del protocolo del Escribano Nicanor Repetto en escritura del 18/4/1945, extraigo los siguientes datos: una fracción de tierra, situada en el Partido de San Isidro, jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires, con una superficie de 349.070 metros cuadrados dentro de los siguientes linderos: al Norte y al Este con Enrique Scherer. Por el Sud con Ramón Rivero y Federico Barbará y por el Oeste con Federico Barbará y Diego Carman. Herederos de Doña Genoveva: sus hijos legítimos Pantaleón, Silverio, Cecilio, Rosauro. Precedes Alejandra, Juana Josefa y Natalia Molina y Domínguez.

La causante y después la sucesión han poseído y poseen por más de 40 años las tierras mencionadas, las que Doña Genoveva y después sus herederos han adquirido por prescripción. Parte de las tierras don Silvio las adquirió directamente a la sucesión y la mayor parte por intermedio de don Bernardino Bernal, casado con doña Natalia Molina. El nombrado Bernardino Bernal otorgó escritura de declaratoria, haciendo constar que todos los derechos y acciones que había adquirido de los herederos de doña Genoveva, lo había hecho por cuenta y orden de Don Silvio, a quien pertenecían, así como el dinero entregado a los vendedores, el que acepta dicha escritura que fue otorgada el 14/9/1906 por ante el Escribano de esta Ciudad (Buenos Aires) Don Miguel Díaz, la que fue protocolizada en la Ciudad de La Plata por la que formalizó el Señor Juez de lo Civil y Comercial Dr. Tomás Puig y Lornes el 12/6/1907, por ante el Escribano Don Espiridión Sánchez.



La casa quinta de don Silvio Ponce de León (fallecido el 21/3/1937) ubicada casi frente a la estación Villa Adelina, puede aún verse, ocupada por el Club Stella Alpina. Sus herederos, su esposa doña Zoila Wright y sus hijos Epifanio, Aníbal, Raúl y doña María Elvira P. de León de Saborido, fueron enajenando su patrimonio en fracciones y lotes, siendo de las últimas la quinta que arrendara durante muchos años don Cándido Fernández.
Del libro "Historia de Carapachay" de Arturo Ernesto García-1967

miércoles, 29 de junio de 2016

Juan Carlos Bertucci y familia

La familia Bertucci llega a Villa Adelina con motivo de periódicas visitas realizadas a la familia Armellino, amigos que tiempo atrás habían sido vecinos en la calle Emilio Zola, del barrio de Palermo, Capital Federal.
 
Luis Armellino y familia habíanse establecido en el barrio con anterioridad, siendo Don Luis quién tuvo uno de los primeros coches de alquiler con parada en la zona oeste de la estación ferroviaria.
 
Las sucesivas visitas a sus ex-vecinos y la creciente simpatía que el barrio les produjo, llevaron a los Bertucci a tomar la decisión de comprar un terreno, lo que se realiza al llegar el grupo familiar en uno de los micros que la firma Romano Larroca había dispuesto para el traslado de los interesados. 
 
Es así que compran su lote con frente a la calle Marcos Sastre (por entonces, Justo P. Ortiz), construyendo allí su casa, la que sería inicialmente ocupada por el comerciante Luis Colombo, quien la habitó en alquiler a Bertucci. 

Por 1951 la familia de Juan Carlos se traslada a Villa Adelina con intención de alquilar temporariamente una vivienda familiar con local al frente, donde instaló su negocio de zapatería que se llamó "Calzados Latour", en Los Fortines 2849 (hoy Paraná). Lo hizo junto a su familia, compuesta por su señora, Fernanda Scaletti,  y sus hijas Teresita, Stella Maris y Alicia. Además, vivieron en la misma casa su cuñada Elsa Scaletti con su hija María Cristina Reynaldo (Pichy). Años después Elsa abrió su propio comercio llamado "Boutique Latour" en Fernández Espiro.
 
 


Juan Carlos venía de tener empleo como vendedor en "Calzados Oriente", de Capital Federal. Es decir que sus conocimientos del ramo, la calidad y precios convenientes, sumado el trato cordial, lo convirtió rápidamente en uno de los comercios más calificados de esa época.
 
Paralelamente a su actividad comercial, el Sr. Bertucci fue co-fundador de la "Sociedad Amigos de la Calle Paraná", entidad que agrupó a buena parte del comercio establecido en dicha arteria desde Comandante Piedrabuena-Manuela Pedraza hasta Primera Junta-Amancio Alcorta, llegando a ocupar el cargo de presidente de la misma.
 
 
 
 
Asimismo, presidió la Comisión Directiva de la "Unión Vecinal de Villa Adelina", en 1965.

 
Miguel A. Moschiar

 

 


 

miércoles, 8 de junio de 2016

Manuel "Manucho" Benchetrit

Manucho llegó a Villa Adelina por el año 1949/50 instalando su negocio en Fernández Espiro* 6608 (lado sur de la calle Paraná, en el Partido de Vicente López).
 
A su casa de música la llamó "Un Rincón Musical", llegando a ser la primera y por mucho tiempo la única en el barrio. Allí se conseguían las últimas grabaciones editadas por las grandes empresas discográficas, instrumentos musicales y sus accesorios, libros de estudio y partituras.
 
La habilidad de Manucho para realizar trabajos de carpintería hizo que desde el inicio su negocio contara con instalaciones básicas por él diseñadas y  construidas: mostradores, estanterías y otros elementos decorativos que tanto en el interior del local como en sus vidrieras, conjugaban sobriedad y buen gusto para la exhibición de la mercadería ofrecida al público.
 
Como no podía ser de otra manera, la experiencia comercial y fundamentalmente el trato afable brindado a sus clientes fueron decisivos en la evolución del comercio. Cabe recordar que Manucho venía de desempeñar su profesión de locutor y animador de eventos, habiendo actuado como tal en Radio Cultura y en presentaciones de conjuntos musicales.
 
Llegó a instalar una sala de grabación para discos de acetato con modernos equipos para la época, la que fue requerida por artistas y aficionados del barrio y alrededores.
Entre sus clientes destacables recuerdo a Aurelio E. Ochoa, quien fuera guitarrista del conjunto de Antonio Tormo y su hijo Hugo, junto a otro guitarrista profesional de apellido Ávila.

Entre la muchachada de concurrencia habitual puedo nombrar a Tito Rotondi, "Carmelo" Gallo, Alfredo Rojas, el Negro Abaca, Eduardo Rossi, Enrique Zarlenga, los hermanos Alfredo y  Américo Francolino, amigos que acompañaban a Héctor De Rosas, por entonces cantor de la orquesta típica de Eduardo Del Piano. También concurría frecuentemente el cantor de la orquesta de Lucio Demare, Armando Garrido, que pasó luego a cantar con la orquesta de Osvaldo Fresedo. Armando vivió en las cercanías de la Fábrica Lozadur.
 
Héctor (González Padilla) cantaba entonces en la O.T. de Eduardo del Piano, y Armando en la de Lucio Demare, pasando más tarde a la Orquesta de Osvaldo Fresedo.

Cuando estaba orillando mis 14 años llegué a ser eventual colaborador como cadete del negocio, fui encargado de visitar a distribuidores y comercios mayoristas para retirar cajas con discos análogos de ebonita a 78 rpm que se acondicionaban para su transporte manual en cajas que contenían 10 placas, que eran de cartón liviano con separadores individuales de cartón acanalado. Cada caja con doble vuelta de hilo sisal que servía de empuñadura y dejaba sus huellas en las manos por su peso. Entre otras cosas, retiraba de Casa Ricordi libros y métodos para el estudio de piano, pentagramas, partituras, y de Antigua Casa Nuñez cuerdas y otros accesorios para guitarras.

Paralelamente a su actividad comercial Manucho tenía efectiva participación en eventos tendientes a fomentar el desarrollo social del barrio. Así fue que integró la Cooperadora Policial de Carapachay, Comisión de Fiestas del club Stella Alpina y otras agrupaciones.
 

En los fondos del negocio Manucho tenía una salita con un equipo amplificador, bandeja giradiscos y micrófono, desde la cual comencé a practicar la locución, emitiendo desde allí para la primera red callejera de altoparlantes instalada en la calle Paraná. Corría el año 1952.
 
 Manucho y amigos en el casamiento de Tito Rotondi
 
Más adelante relataré como se oficializó para la Sociedad Amigos de la Calle Paraná, la red de altoparlantes que se extendía desde Primera Junta hasta Manuela Pedraza.

*Diego Fernández Espiro
 
Por error ortográfico de la Dirección de Tránsito de la Municipalidad de Vicente López, en la calle Paraná las plaquitas enlozadas indicadoras del nombre decían por aquellos años "Fernández Spiro". En la vereda opuesta, perteneciente al Partido de San Isidro, el nombre era Los Fortines.

El entrerriano Espiro fue poeta y periodista de partido y de combate que actuó en Santa Fe y en la Capital Federal. Como poeta, sus temas predilectos fueron la mujer y la  patria. En 1891 Mariano de Vedia había recogido algunos de sus poemas en Espejismos. En 1901  Fernández Espiro fundó en Buenos Aires la revista Juvenilia.

Miguel A. Moschiar
miguel.recuerdo@gmail.com
 

lunes, 23 de mayo de 2016

Unión Vecinal de Villa Adelina - Año 1967

Bono Contribución Voluntaria - Pro Ampliación de Sala de Primeros Auxilios
 








martes, 23 de febrero de 2016

Villa Adelina, sus inquietudes están divididas en dos partidos

La clave está en la calle Paraná, que en Villa Adelina toma el caprichoso rumbo de un río. Un río, obviamente, con dos orillas que aquí se convierten en frontera, pues, como hace poco en Tortuguitas, tendremos que hablar de una misma ciudad que debe desdoblarse para pertenecer a dos partidos: Vicente López y San Isidro. La parte sur para aquél, la parte norte para éste.
 
Y precisamente elegimos la calle divisoria para visitar Villa Adelina. Una arteria que ostenta, vaya a saberse por qué, dos nombres: Mariano Moreno y Paraná.

Vivir en dos lados
            
-- ¿Por qué esta duplicidad?
-- Diferentes intendentes, dispares criterios. Esta calle, desde Fondo de la Legua, siempre la conocimos como Paraná. Vino un intendente y la reemplazó por Moreno, otro le restituyó el antiguo nombre. Y no es la única. A un par de cuadras ocurrió lo mismo con Santa Fe, a la que se denominó un tiempo Arditi Rocha.
-- ¿Usted en qué parte vive?
-- Somos tres hermanos. Dos viven en Vicente López y yo tengo mi casa a tres cuadras, pero en San Isidro.
-- ¿Quién paga más impuestos?
-- Son más o menos los mismos. Sólo que para abonarlos tenemos que ir a diferentes municipalidades.

Sobre la calle Fondo de la Legua (antiquísima denominación que marcaba el límite entre civilización y barbarie), se levanta la iglesia María Reina. En su intersección con Paraná funciona la escuela Nº 4. Y tiene historia. La fundó Sarmiento en un acto público realizado el 11 de noviembre de 1861. Su origen fue un rancho de tres habitaciones con techo de paja.

En dirección a la estación ferroviaria -venimos de la ruta Panamericana-, Villa Adelina es residencial. Buen pavimento, magníficas casas, cuidadas veredas, árboles de sombra. Un centro de salud, privado, de un cuarto de manzana se aposenta sobre un parque ahíto de flores y muelle césped a manera de alfombra. Cerca de allí se construye un importante colegio. Funciona, también, una clínica privada. Paraná traza una curva hasta ser casi paralela de sí misma, convirtiendo a los vecinos del Oeste en contribuyentes de Vicente López y a los del Este, de San Isidro.

Un problema: el agua
 
Ya cerca de la estación, la fisonomía de Villa Adelina cambia fundamentalmente. Paraná –es inevitable nombrarla a cada rato- entra en forma de diagonal hacia la pared ferroviaria, sobre la calle 9 de Julio. Converge, también, Avenida de Mayo. Y se forma el centro comercial "nuevo". El antiguo está tras las vías. Este agrupamiento de negocios reclama para sí la diversidad, aunque predominan las oficinas inmobiliarias y el ramo de artículos para el hogar. En la 9 de Julio los negocios "salen a la calle" para exhibir mejor la mercadería.

-- Bien. ¿Cuál es el problema mayor de Villa Adelina?

Siempre que hicimos tal pregunta -y fue varias veces- la respuesta mostró uniformidad: el agua.

-- Desde que tenemos agua corriente está prohibido tener moto-bombeadores en las casas. ¿Con qué resultado? Que carecemos del líquido.

En verano es un espanto. Los vecinos deben madrugar para llenar baldes y tachos, porqué sobre la tarde o la noche no sale ni una gota de las canillas. Y por supuesto, hay perforaciones clandestinas con el riesgo de contaminación.

Los primeros vecinos

-- ¿Por qué esta ciudad se llama Villa Adelina?
-- Yo no lo sé, pero puede preguntar a los Rebagliati. Tienen una tienda sobre Martín Rodríguez y El Indio.

Allí fuimos, pero la hija de los Rebagliati nos remite a un tío, un anciano jubilado a quien no encontramos en casa. Sí a la hija de un antiguo vecino –Nicolás Giribone-, una encantadora viejecita cuyos recuerdos vienen de la infancia.

-- Mi padre fue uno de los primeros. Yo llegué aquí a los 6 años. Estaba también la familia de don José Materi. Recuerdo que los peones de don Diego Carman, que era el dueño de casi todas estas tierras, cazaban cuises y después los hacían asados. A mí no me gustaba mucho, pero igual comía.
-- ¿Quién era Adelina?
-- Mire, no lo sé muy bien. Oí que era una de las hijas.
-- ¿Del señor Carman?
-- Tal vez, tal vez…

Vamos en busca de otros testimonios. El dueño de un importante comercio se presta al diálogo. Es, en sus apreciaciones, contundente.

El "esfuerzo privado"

-- Villa Adelina tendría que cambiar de nombre. Yo sugeriría que se llamara "esfuerzo privado". ¿Usted sonríe?. No es fábula. Todo lo hicieron los vecinos. Si tenemos agua corriente –cuando corre- es porqué la pusimos nosotros. El día que nos pongan gas natural, de nuestro bolsillo saldrán los recursos. La Comuna abarca mucho y aprieta poco, salvo en los impuestos. Pero, claro, no quiere desprenderse de esta ciudad porqué su industria es poderosa. Esta es tierra de nadie y si usted viene del lado de la Panamericana, habrá pasado por el Fondo de la Legua que era el límite entre "el poblado" y el indio. Las cosas cambiaron, pero no tanto. En cierto modo seguimos segregados. En los últimos 20 años se hizo poco. La Municipalidad sólo está presente con inspectores recaudadores y grúas. ¡Ah…!, no quiero ser totalmente injusto: en los  últimos meses se realizan trabajos de bacheo. Calcule cómo estarán algunas calles. No se podaron los árboles, no tenemos cloacas en la parte de San Isidro, la actividad cultural es nula… ¿Debo agregar algo más?

La tajante división

Dejamos el centro urbano Este y nos encaminamos hacia la estación. Hay muy buenas vías peatonales para la entrada y salida de los andenes. A la vera de las paralelas prosperan paraísos y eucaliptus. Del lado Oeste sigue tajante la división San Isidro-Vicente López. La calle lateral a las vías tiene una "valla": Paraná. Y dos denominaciones: Manuela Pedraza hacia el Sur y Comandante Piedrabuena en el Norte.

Paraná es aquí una activa vía comercial. Su pavimento está roto, el agua estancada se aquieta contra los cordones. Piedrabuena ofrece un aspecto deprimente por falta de buenas veredas, por el estado precario de su calzada. El movimiento de colectivos acentúa el descuido del piso, riega las veredas con el agua de los charcos.

Villa Adelina, en el sector Norte, cuenta con dos barrios importantes: Tanque y Arca. Tiene dos escuelas públicas, un colegio nacional y varios establecimientos privados. Desarrollan su actividad varias sociedades de fomento, clubes sociales y no tiene cine. En su ejido cuenta con dos plazas, la Brown y la Belgrano. No todas sus calles están pavimentadas y la canalización del arroyo Pavón es vieja aspiración del vecindario.
 
Al irnos, seguimos lamentando no tener datos precisos sobre el nombre de esta ciudad. Los más aproximados serían estos: Adelina, familiar del señor Duncan Munro, administrador por ese entonces del Ferrocarril Central Córdoba que extendía sus ramales desde Rosario a esta ciudad del Gran Buenos Aires sería el origen de la denominación. En su homenaje, el señor Munro habría bautizado una parada ferroviaria a cuyos costados -¿cómo iba siquiera a soñarla?- se levantaría, con el tiempo, una población que hoy supera los cien mil habitantes.

Tal denominación, ¿fue emocional, arbitraria, justa? Son preguntas que tienen poca importancia ante los hechos. Villa Adelina es una realidad. Y, como todas, deriva de una historia. ¿Será ésta la real?
 
El Mundo del Gran Buenos Aires
LA NACION-Sábado 23, diciembre 1978-Pág. 10

domingo, 31 de enero de 2016

Del libro "Adelina... la Princesa" - Francisco Diurno (1991)


ACLARACIÓN FINAL
La presente aclaración, se expone, para que el lector ávido de conocer en todos sus detalles el entorno laberintoso que rodea la composición de una obra con personajes reales, conozca los orígenes por el cual me impulsaron a transitar por él, tratando en lo posible descifrarlo, dándole claridad; buscando reivindicar los nombres de los que de algún modo, descollaron en hechos positivos que redundaron en beneficio de la humanidad, como ha sido el caso de Duncan Mackay Munro.
 
Por otro lado; conocer los motivos por el cual nació la inspiración de presentar la novela "ADELINA... LA PRINCESA" del modo expuesto y todo lo que existe de veraz en lo que se ha leído. Por tal motivo, haré una breve reseña relacionada con el argumento que contiene el presente libro y, las causas que me incitaron a publicarlo de este modo.

Como aclaré en el prólogo, varios fueron los comerciantes y dirigentes de Instituciones que me alentaron para compilar en un volumen, todos los antecedentes de la verdadera historia de Villa Adelina.

El entusiasmo mayor comenzó a vigorizarse una vez publicada mi sexta obra "Historia y Leyendas del Tuyú". Como la historia de Villa Adelina no iba a tener mercado de venta fuera de ella, surgió la idea de que fuera financiada por los comerciantes y las Instituciones de la localidad, mediante la adquisición anticipada de ejemplares al costo real. Con esa premisa me dediqué de lleno a la tarea.

Transcurrieron algo más de dos años investigando y escribiendo la historia que ya me fascinaba. Hallé varias contradicciones que se precisó mucho tiempo para descifrarlas, como fue la correcta identidad de Adelina y su familia; la construcción y pertenencia del denominado "castillo" y la compra-venta de las tierras donde se levanta la "Torre Ader", además de otras erratas de menor importancia.

El motivo por el cual me había prestado a trabajar tanto sin la obtención de beneficio alguno, para que Villa Adelina tuviera en un volumen toda su historia, se debía, principalmente, a mi currículum:
Durante 48 años he vivido en ella; tuve comercio propio y desempeñé distintos cargos en las comisiones de varias Instituciones: Secretario de la Sociedad de Fomento "Unidad Villa Adelina"; Tesorero de la "Sociedad de Fomento y Biblioteca Popular de Villa Adelina"; fundador directo de la Sociedad "Amigos de la Calle Paraná" en el cual, durante cinco periodos discontinuos fui su Presidente; Director del órgano mensual de la Sociedad "La Voz"; Presidente de la Sociedad Cooperativa de Fomento y Obras de Bien Público Limitada "INTER" compuesta por catorce Instituciones de la localidad, entre otras de menor importancia.

En setiembre de 1990, ya tenía finalizada la obra. Con el presupuesto entonces, de la Compañía Impresora Argentina S.A. y la confección de doscientos volantes explicativos visité los comercios, Instituciones, Fábricas, hasta algo más allá de la avenida Panamericana, Clubes, Compañías de Transportes Colectivos con terminal en Villa Adelina, etcétera.

Transcurrieron dos meses sin haber recibido respuesta, con excepción de la confirmación verbal del hijo de mi ex socio, el Escribano Néstor De Paoli y una nota del Rotary Club de Villa Adelina, en la que me informaban que esa Institución iba a participar con un espacio a determinar.

El desencanto sufrido fue brutal, puesto que las mismas personas que me incitaron a escribir la historia, argumentaban disculpas que lastimaron mi sensibilidad humana. Una apatía total se había apoderado de la inmensa mayoría de aquellos compañeros de antaño... una inexplicable indiferencia se leía en sus rostros, como si lo ofrecido constituía la solicitud de una dádiva en mi beneficio, cuando en realidad, les brindaba todo mi esfuerzo sin otra remuneración que el tácito agradecimiento de los que realmente amaban la villa.

En un instante de vacilación, la voz oculta de mi ego me impulso a incinerar el libro y su voluminosa apoyatura, mientras mi otro "almeter" me incitó a que lo donara a la Biblioteca Popular de San Isidro que habían sido muy atentos conmigo. Al fin, la unión de todos mis "almeteres" que gobiernan mi cerebro, me indicaron que, aprovechara el abundarme argumento que la obra poseía y la convirtiera en una interesante novela que pudiera ser solventada al igual que mis otros libros y vendida junto a ellos en cualquier lugar del país.

Informé a los miembros de la familia Colonna en Italia de la puesta en marcha del nuevo plan y el motivo que me indujo a posponer su aparición.

Con gran entusiasmo, entonces, me dediqué a escribirlo nuevamente en su totalidad, utilizando el argumento que ya poseía y dando vida a los personajes a través del diálogo.

Luego de esta confidencia, no me resta otra cosa que clarificar el modo que obtuve cada información y que no se halla especificado en el curso de la narración, por no haber hallado el espacio adecuado que no molestara el normal proseguimiento de la lectura.

Bien, es obvio que el material obtenido se produjo muy lentamente; el entusiasmo emocional se apoderaba de mi persona cada vez que descubría algo nuevo. Es que el historiador que no solamente transcribe lo que otros han escrito, sino que se impone el deber de buscar la autenticidad de la información que adquiere y que luego transmite bajo su nombre, no es más que un investigador que trata de acomodar las piezas que va encontrando, y cual un sabueso, busca las que faltan para completar la verdadera historia que desea traer a la actualidad. En muchas ocasiones, se encuentra encerrado en un callejón sin salida... pero, el afán del éxito y el amor propio, consiguen cosas que en un comienzo parecían serle vedado. Ciertamente que la perseverancia, cuando la cosecha se realiza en tierra fértil, indefectiblemente, a la postre, debe dar buenos frutos.

En este caso, una nota aparecida en el diario "La Nación" el 13 de febrero de 1979, bajo el título "El nombre de Villa Adelina", fue la chispa inicial de todo lo que aconteció después.

En ella, el autor de la misma, señor Derek Drysdale, entre otras cosas expresaba que era pariente de Adelina, daba los nombres de los padres para luego explayarse sobre cuestiones de herencia y por último, informaba que Adelina se había casado con un príncipe italiano, María Colona, que tuvo varios hijos que residían en Roma y daba los nombres, los que se utilizaban en familia.

Con ello, descubrí que el motivo por el cual se habían tejido distintas teorías en torno a la identidad de Adelina, había sido porque dejo de residir en la Argentina.

Para atestiguar la veracidad de la información recogida, de que realmente se había casado con un príncipe, concurrí al Instituto Italiano de Cultura situado en Marcelo T. de Alvear 1119 de esta Capital, para preguntar si sabían algo que se relacionara con el apellido de un príncipe italiano cuyo nombre completo era, María Colona.

Con inmensa alegría, me enteré, a través de la "Enciclopedia Storico-Nobiliare Italiana" por Victorio Spreti, que precisamente el apellido Colonna y no Colona, era ilustre en la época del Feudo, adquiriendo una vasta gama de títulos que lo ennoblecieron. Todos ellos figuran en la Enciclopedia hasta llegar a la gran personalidad de don Próspero Colonna, Duque de Rignano y Calcata, quien a su vez obtuvo los títulos que a lo largo de la historia se mencionan. Leí que su hijo Mario, y no María como decía Derek, caballero de Malta, casado con Adelina María Drysdale. (Nótese que aquí Adelina uso la "M" de Munro como María). Lo más notable de todo y muy grato para mí, ha sido en el momento de leer en él que Mario, Adelina y sus hijos se hallaban inscriptos en el LIBRO DE ORO DEL REINO DE ITALIA. Incluso menciona los nombres de los hijos, siendo equivocados los dos últimos, de acuerdo a la información de Oddone, el segundo hijo de Adelina.

Como en la Enciclopedia no existía ninguna dirección y el señor Derek Drysdale hacía tres años que había fallecido, sin poder hallar más rastros de alguien que supiera algo de Adelina, se me ocurrió, cual una travesura, escribir a Roma.

Redacté una hermosa carta y, en lugar de echarla al mar dentro de una botella, la ensobré y escribí, en italiano por supuesto, lo siguiente: Señor Jefe de Correos de Roma, haga el favor de hacer llegar la presente carta a cualquier miembro de la familia Colonna.

Sobrepasando todos los cálculos optimistas, con gran alegría recibí la respuesta del hijo de Adelina, don Oddone Colonna, cuyo original con su traducción al castellano van insertas al final de esta aclaración.

Sólo cuando estuvo en mi poder el Acta de Rectificación que acompaña las actas correspondientes, me enteré de la presencia de Francisco Bottaro Costa que apareció así, de repente. ¿Quién era? ¿Por qué en determinados momentos del acta dice que el nombre correcto de la madre de Adelina era Elisa María Munro de Bottaro Costa, cuando tenía que decir, de Drysdale?

La búsqueda para clarificar los puntos oscuros que a cada trecho se presentaba fue titánica. Ciertamente, repito, que el sacrificio carece de importancia cuando se obtiene el éxito deseado.

Merced a los informes recogidos en "Caras y Caretas" además de los distintos diarios y la gentileza del "Servicio Histórico y Documentación del Ministerio de Relaciones Exteriores" de Roma, pude narrar paso a paso, la real trayectoria que desarrolló durante su vida el conde italiano nacido en Austria, considerado uno de los más grandes diplomáticos que tuvo Italia en aquella época. Por consiguiente, con él, los de Adelina.

En mi afán de brindar siempre la veracidad de los acontecimientos que narro, concurrí al cementerio británico para verificar fidedignamente todo cuanto se ha leído respecto a la inhumación de los restos de Duncan Mackay Munro. En la oficina del mismo recogí las interesantes informaciones que de su sepultura se dan oportunamente.

Siempre en la búsqueda de la información correcta en mis andanzas de investigador, tuve la necesidad de golpear infinidades de puertas, de las cuales, muchas permanecían cerradas, otras se abrían y cerraban indiferentes y solo unas pocas me brindaron el coraje de seguir adelante. Fue en una de éstas últimas circunstancias que tuve la inmensa dicha de conocer a una prima legitima de Adelina, María Munro, la mayor de las tres hijas de su tío Jorge Munro, quien muy gentilmente se aprestó a ayudarme a que conociera en detalles las grandes cualidades personales que caracterizaban al abuelo, su "grand-papá" Duncan Mackay Munro. Fue ello, una alegría tan inmensa que me brindo lo imprevisto; una satisfacción tan maravillosa, que colmó a modo de milagro mi tozuda abnegación puesto que, en mis cálculos, la comparaba con una edad aproximada a la de su prima Adelina y por lo tanto, difícil que aun existiera. Pero, para nuestro regocijo, luce jovialmente sus 76 años mediante el porte elegante de una clásica dama escocesa.

María o Mery como le dicen los íntimos, tuvo la fina amabilidad, conjuntamente con sus hermanas, Inés Ana y Catalina Elisa de facilitarme algunas de las fotografías que ilustran el presente libro.

A pesar del desencanto experimentado en el momento de la publicación del nonato libro relacionado exclusivamente a la Historia de Villa Adelina, cautivado por el amor que por ella siento, ilusoriamente pensé que alguna de las Instituciones de Villa Adelina hiciera la presentación oficial del libro. En este caso, las tres primas de Adelina y nietas de Munro, prometieron, complacidas, hacer acto de presencia e incluso brindarnos directamente algunas palabras en memoria de la prima y del abuelo que tanto querían.

Por otro lado, también, sugiero a los que aman a la ciudad de MUNRO, que aprovechando la aparición del presente libro, realicen en la sede de alguna de sus un acto popular para realizar su presentación ya que la obra contiene las partes más sobresalientes de la vida de Duncan Mackay MUNRO desde que dejó su ciudad natal, Inverness, en Escocia y se dedicó aquí, al mejoramiento y expansión de una gran parte de los ferrocarriles argentinos. Sería un justo homenaje en su memoria, a la memoria de "MUNRO"; nombre que se exhibe por doquiera en los medios de transportes que profusamente circulan por la Zona Norte del Gran Buenos Aires y el interior de la Capital Federal; nombre de una ciudad que infinidades de personas que habitan en ella desconocen su origen, incluso se duda si fue un nombre perteneciente a alguien o, simplemente es el nombre de un objeto.

Además, también sugiero que en ese acto se forme una comisión integrada por los amantes... verdaderos amantes de la ciudad, para que el 6 de junio de cada año, día de su muerte, se visite su tumba existente en el cementerio británico, llevándole una flor, para regocijo de su alma que desde el más allá, siente orgullo de que su apellido se haya convertido en una encantadora ciudad denominada por todos; "La Capital de la Indumentaria".

Seguidamente va mi más sincero reconocimiento a las Bibliotecas, Hemerotecas, Archivos y Museos que facilitaron mi labor al brindarme el material que disponían para verificar o buscar las informaciones que estaba necesitando, son ellas: la Biblioteca Nacional con su interesante Hemeroteca; la Biblioteca y Hemeroteca del Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires; la Biblioteca Popular de San Isidro; la Biblioteca y Hemeroteca del Congreso; la Biblioteca de la Caja de Ahorros en la que conseguí todos los detalles del casamiento del conde Bottaro Costa con Elisa Maria Munro; la Biblioteca Nacional del Círculo Militar; la "Dante Alighieri"; el Archivo General de la Nación; el Boletín Oficial; el Archivo General del Registro Civil; el Ministerio de Relaciones Exteriores de Roma; el Instituto Italiano de Cultura; la Dirección Nacional de Migraciones; las distintas parroquias situadas en la zona céntrica; el Museo Nacional y Centro de Estudios Histéricos Ferroviarios "Ferrocarriles Argentinos"; el Hotel de Ville, servicio de "mariages" de París y muchas otras que de un modo u otro, trataron de colaborar conmigo.

Creo que es sumamente necesario aclarar, sobre todo para los historiadores que se ocuparon o que desean ocuparse en lo que respecta al origen de la titularidad de las tierras en que se yergue gallarda la Torre Ader, que la historia que se cuenta en la actualidad se halla equivocada. Los fundamentos de esta aseveración está dada por lo que ya hemos conocido al principio de esta historia: que Juan y José Drysdale, dos hermanos que eran titulares de una antigua firma importadora de maquinarias agrícolas, fallecieron en los años 1890 y 1893 respectivamente, existen pruebas de ello. Por lo tanto, jamás pudieron haberle vendido en 1914 a Bernardo Ader la tierra en que, luego, hizo levantar la elegante Torre que lleva su apellido o el de una antigua Torre situada a mil pasos de Belén en Palestina. Allí oyeron los pastores el anuncio del nacimiento de Jesucristo.

En lo que respecta directamente a la fracción en la cual se halla implantada la Torre, estoy en condiciones de asegurar, gracias a los buenos oficios de los empleados del Ministerio de Obras Públicas (Geodesia) y del de Hacienda (Catastro) de la ciudad de La Plata que, se halla inscripto bajo el numero 42.560 Serie C - Año 1908 - Y que Emilio Bieckert vendió el 7 de abril de 1908 a Bernardo Ader... etcétera. El escribano interviniente fue Alberto M. Haedo.

Años más tarde, su sucesora Ana Elisa Ader de Grumbaum por (2060/1969) donó la Torre a la Provincia de Buenos Aires y por (2721/1980) la Provincia la donó al Municipio de Vicente López.

En este momento mantiene la custodia de la Torre Ader el Instituto de Investigaciones Históricas -dice un folleto que me ha sido entregado en el Museo y Biblioteca de la Torre Ader, que funciona en la misma-, con el fin de organizar un complejo cultural municipal que asesore a las escuelas y a las autoridades en materia de señalamiento de lugares tradicionales que se conservan en ese medio.

Ahora, sólo me resta desear al lector, que el presente libro haya sido de su agrado: que lo haya distraído del modo que pensaba al adquirirlo y que yo, he deseado que así fuera.

Para aquellas otras personas que directa o indirectamente conocen o conocieron las localidades que se mencionan, les deseo que luego de esta lectura, sientan algo más de orgullo de vivir o conocer las hermosas localidades de: "VILLA ADELINA", "DRYSDALE" nombre que luego cambiaron por el de Carapachay y, su otra gran vecina "MUNRO". Gracias.
Francisco Diurno