-¡Mamá, mamá! ¡El lechero!
La mamá de Antonio, con tranquilidad, agarraba el hervidor y salía a la puerta. Efectivamente, el lechero ya estaba allí. Ataba la vaca a un poste y balde en mano, se ponía a ordeñarla. La leche salía caliente y espumosa. Mientras tanto otra vecina se iba acercando. Cuando el balde estaba casi completo llenaba los hervidores, y se ponía a charlar, para dar tiempo a otras vecinas, que seguramente ya lo estaban esperando, a salir con sus jarras o hervidores y proveerse de la leche diaria. Eran los primeros fríos del invierno. La neblina tenue se iba levantando. Las gallinas picoteaban la tierra en busca de alimento y ya se iban dispersando por los campos que rodeaban a la casa, para encontrarse con las compañeras de otros gallineros vecinos. Recién a la nochecita volverían a su gallinero, infaltable en los fondos de las casas.
La mamá de Antonio, con tranquilidad, agarraba el hervidor y salía a la puerta. Efectivamente, el lechero ya estaba allí. Ataba la vaca a un poste y balde en mano, se ponía a ordeñarla. La leche salía caliente y espumosa. Mientras tanto otra vecina se iba acercando. Cuando el balde estaba casi completo llenaba los hervidores, y se ponía a charlar, para dar tiempo a otras vecinas, que seguramente ya lo estaban esperando, a salir con sus jarras o hervidores y proveerse de la leche diaria. Eran los primeros fríos del invierno. La neblina tenue se iba levantando. Las gallinas picoteaban la tierra en busca de alimento y ya se iban dispersando por los campos que rodeaban a la casa, para encontrarse con las compañeras de otros gallineros vecinos. Recién a la nochecita volverían a su gallinero, infaltable en los fondos de las casas.
Don
Antonio Garrido (padre), Antonio Garrido (hijo) y
María
Esther Bonastre (madre) - Año 1949
La mamá de Antonio era maestra pero, una vez casada, dejó de ejercer. El padre era empleado de comercio.
El actual edificio de la Escuela fue inaugurado el 2 de abril de 1951 y en esa oportunidad se le puso el nombre de Domingo Faustino Sarmiento. Al acto inaugural asistió una delegación enviada por el Presidente de la República encabezada por el Gobernador la Provincia de Buenos Aires, Coronel Domingo Mercante, el Intendente Municipal de San Isidro, doctor Mauricio Scatamachia, autoridades del Consejo Escolar y muchos vecinos de la zona, que veían satisfechas sus viejas aspiraciones de tener un adecuado edificio para la educación de sus hijos.
Antes de mudarse a este edificio,la Escuela funcionó en Los Fortines (actual Paraná) 6150, a media cuadra de la Estación , en una propiedad del vecino Francisco Marchezzotti.
Los Ceibos y Los Plátanos.
Por la tarde era obligado el partido de football con los chicos del barrio en algún baldío disponible. Con el tiempo, a medida que seguían los loteos, debían cambiar de lugar para jugar, porque los baldíos se iban vendiendo, y con el alambrado, tanto las gallinas como los chicos, debían buscar nuevos espacios para sus esparcimientos.
Otra actividad importante de ese rincón de Villa Adelina eran los criaderos de gallinas que estaban en Los Plátanos entre Los Ceibos y Ader. Con el tiempo ese lugar fue ocupado por una empresa que se dedicaba a la limpieza de botellas de aceite.
Una vecinita, Marita Cordaro, María Esther (centro), Jorge Etelekian y Antonio Garrido (hijo) saliendo de la Escuela N° 12 en el año 1951
Antes de mudarse a este edificio,
Los Ceibos y Los Plátanos.
Estampa de Villa Adelina en el año 1949. Casi pleno campo. Baldíos que había que atravesar para ir a la Escuela 12. Antonio, nacido en 1944, fue de la primera promoción que se recibió en esa escuela.
Por la tarde era obligado el partido de football con los chicos del barrio en algún baldío disponible. Con el tiempo, a medida que seguían los loteos, debían cambiar de lugar para jugar, porque los baldíos se iban vendiendo, y con el alambrado, tanto las gallinas como los chicos, debían buscar nuevos espacios para sus esparcimientos.
Néstor "Pocho" Torga a la izquierda con Antonio Garrido (hijo) en su casa de Los Ceibos y Los Plátanos-1949
Antonio recuerda
que en la zona limitada por las actuales
Los Plátanos, Guayaquil, Los Ceibos y Drago, estaba en esa época el vivero de
Libertini. Eran famosos los claveles que cultivaban y luego vendían en el
Mercado de las Flores de la
Capital, y en la florería que la familia Libertini tenía en Munro.
Otra actividad importante de ese rincón de Villa Adelina eran los criaderos de gallinas que estaban en Los Plátanos entre Los Ceibos y Ader. Con el tiempo ese lugar fue ocupado por una empresa que se dedicaba a la limpieza de botellas de aceite.
Uno de los paseos
obligados los días de calor era la calle Ader. Bordeada de paraísos parecía un
túnel natural, fresco y pintoresco para disfrutar los días en que el calor
agobiaba. Otro paseo era caminar hasta la casa imponente de un ingeniero inglés,
llegado a la Argentina ,
para la instalación del ferrocarril, sobre la calle Piedrabuena casi Soldado de las Malvinas. Lamentablemente
fue demolida y sólo queda en el recuerdo de quienes la conocieron.
En Ader, entre Los
Plátanos y Soldado de las Malvinas (antes Las Acacias), vivía el constructor
Cordaro, socio del italiano Mistretta. El fue el encargado de construir la casa
de los Libertini, que aún se puede apreciar en Guayaquil y Drago. Otros vecinos
también, como el mismo padre de Antonio,
le dieron la confianza de construir sus casas. Era una época donde los loteos, y venta de
terrenos a costos accesibles, fueron permitiendo que muchos vecinos pudieran
realizar el sueño de la casa propia.
Hoy en día Antonio
vive con su esposa Teresa en el mismo lugar, pero con un paisaje muy distinto.
Le agradezco la generosidad en la transmisión de sus recuerdos y sus fotos que me permitieron escribir este relato, un
nuevo aporte a la historia de nuestra querida Villa Adelina.
Mónica Liliana Pastorini
mlpastorini@yahoo.com.ar
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