miércoles, 12 de septiembre de 2012

Antonio Garrido. Un rincón de Villa Adelina

-¡Mamá, mamá! ¡El lechero!

La mamá de Antonio, con tranquilidad, agarraba el hervidor y salía a la puerta. Efectivamente, el lechero ya estaba allí. Ataba la vaca a un poste y balde en mano, se ponía a ordeñarla. La leche salía caliente y espumosa. Mientras tanto otra vecina se iba acercando. Cuando el balde estaba casi completo llenaba los hervidores, y se ponía a charlar, para dar tiempo a otras vecinas, que seguramente ya lo estaban esperando, a salir con sus jarras o hervidores y proveerse de la leche diaria. Eran los primeros fríos del invierno. La neblina tenue se iba levantando. Las gallinas picoteaban la tierra en busca de alimento y ya se iban dispersando por los campos que rodeaban a la casa, para encontrarse con las compañeras de otros gallineros vecinos. Recién a la nochecita volverían a su gallinero, infaltable en los fondos de las casas.

Don Antonio Garrido (padre), Antonio Garrido (hijo) y
María Esther Bonastre (madre) - Año 1949

La mamá de Antonio era maestra pero, una vez casada, dejó de ejercer. El padre era empleado de comercio.

El actual edificio de la Escuela fue inaugurado el 2 de abril de 1951 y en esa oportunidad se le puso el nombre de Domingo Faustino Sarmiento. Al acto inaugural asistió una delegación enviada por el Presidente de la República encabezada por el Gobernador la Provincia de Buenos Aires, Coronel Domingo Mercante, el Intendente Municipal de San Isidro, doctor Mauricio Scatamachia, autoridades del Consejo Escolar y muchos vecinos de la zona, que veían satisfechas sus viejas aspiraciones de tener un adecuado edificio para la educación de sus hijos.

Una vecinita, Marita Cordaro, María Esther (centro), Jorge Etelekian y Antonio Garrido (hijo) saliendo de la Escuela N° 12 en el año 1951

Antes de mudarse a este edificio, la Escuela funcionó en Los Fortines (actual Paraná) 6150, a media cuadra de la Estación, en una propiedad del vecino Francisco Marchezzotti.

Los Ceibos y Los Plátanos.

Estampa de Villa Adelina en el año 1949. Casi pleno campo. Baldíos que había que atravesar para ir a la Escuela 12. Antonio, nacido en 1944, fue de la primera promoción que se recibió en esa escuela.

Por la tarde era obligado el partido de football con los chicos del barrio en algún baldío disponible. Con el tiempo, a medida que  seguían los loteos, debían cambiar de lugar para jugar, porque los baldíos se iban vendiendo, y con el alambrado, tanto  las gallinas como los chicos, debían buscar nuevos espacios para sus esparcimientos.

Néstor "Pocho" Torga a la izquierda con Antonio Garrido (hijo) en su casa de Los Ceibos y Los Plátanos-1949

Antonio recuerda que en la zona  limitada por las actuales Los Plátanos, Guayaquil, Los Ceibos y Drago, estaba en esa época el vivero de Libertini. Eran famosos los claveles que cultivaban y luego vendían en el Mercado de las Flores de la Capital, y en la florería  que la familia Libertini tenía en Munro.

Otra actividad importante de ese rincón de Villa Adelina eran los criaderos  de gallinas que estaban en Los Plátanos entre Los Ceibos y Ader. Con el tiempo ese lugar fue ocupado por una empresa que se dedicaba a la limpieza de botellas de aceite.

Uno de los paseos obligados los días de calor era la calle Ader. Bordeada de paraísos parecía un túnel natural, fresco y pintoresco para disfrutar los días en que el calor agobiaba. Otro paseo era  caminar hasta  la casa imponente de un ingeniero inglés, llegado a la Argentina, para la instalación del ferrocarril, sobre la calle  Piedrabuena casi Soldado de las Malvinas. Lamentablemente fue demolida y sólo queda en el recuerdo de quienes la conocieron.

En Ader, entre Los Plátanos y Soldado de las Malvinas (antes Las Acacias), vivía el constructor Cordaro, socio del italiano Mistretta. El fue el encargado de construir la casa de los Libertini, que aún se puede apreciar en Guayaquil y Drago. Otros vecinos también, como el mismo padre de Antonio,  le dieron la confianza de construir sus casas.  Era una época donde los loteos, y venta de terrenos a costos accesibles, fueron permitiendo que muchos vecinos pudieran realizar el sueño de la casa propia.

Hoy en día Antonio vive con su esposa Teresa en el mismo lugar, pero con un paisaje muy distinto. Le agradezco la generosidad en la transmisión de sus recuerdos y sus fotos  que me permitieron escribir este relato, un nuevo aporte a la historia de nuestra querida Villa Adelina.
Mónica Liliana Pastorini
mlpastorini@yahoo.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario