La clave está en la calle Paraná,
que en Villa Adelina toma el caprichoso rumbo de un río. Un río, obviamente,
con dos orillas que aquí se convierten en frontera, pues, como hace poco en
Tortuguitas, tendremos que hablar de una misma ciudad que debe desdoblarse para
pertenecer a dos partidos: Vicente López y San Isidro. La parte sur para aquél,
la parte norte para éste.
Y precisamente elegimos la calle
divisoria para visitar Villa Adelina. Una arteria que ostenta, vaya a saberse
por qué, dos nombres: Mariano Moreno y Paraná.
Vivir en
dos lados
-- ¿Por qué esta duplicidad?
-- Diferentes intendentes, dispares
criterios. Esta calle, desde Fondo de la Legua, siempre la conocimos como
Paraná. Vino un intendente y la reemplazó por Moreno, otro le restituyó el
antiguo nombre. Y no es la única. A un par de cuadras ocurrió lo mismo con Santa
Fe, a la que se denominó un tiempo Arditi Rocha.
-- ¿Usted en qué parte vive?
-- Somos tres hermanos. Dos viven
en Vicente López y yo tengo mi casa a tres cuadras, pero en San Isidro.
-- ¿Quién paga más impuestos?
-- Son más o menos los mismos. Sólo
que para abonarlos tenemos que ir a diferentes municipalidades.
Sobre la calle Fondo de la Legua
(antiquísima denominación que marcaba el límite entre civilización y barbarie),
se levanta la iglesia María Reina. En su intersección con Paraná funciona la escuela
Nº 4. Y tiene historia. La fundó Sarmiento en un acto público realizado el 11
de noviembre de 1861. Su origen fue un rancho de tres habitaciones con techo de
paja.
En dirección a la estación
ferroviaria -venimos de la ruta Panamericana-, Villa Adelina es residencial.
Buen pavimento, magníficas casas, cuidadas veredas, árboles de sombra. Un
centro de salud, privado, de un cuarto de manzana se aposenta sobre un parque
ahíto de flores y muelle césped a manera de alfombra. Cerca de allí se
construye un importante colegio. Funciona, también, una clínica privada. Paraná
traza una curva hasta ser casi paralela de sí misma, convirtiendo a los vecinos
del Oeste en contribuyentes de Vicente López y a los del Este, de San Isidro.
Un
problema: el agua
Ya cerca
de la estación, la fisonomía de Villa Adelina cambia fundamentalmente. Paraná
–es inevitable nombrarla a cada rato- entra en forma de diagonal hacia la pared
ferroviaria, sobre la calle 9 de Julio. Converge, también, Avenida de Mayo. Y
se forma el centro comercial "nuevo". El antiguo está tras las vías.
Este agrupamiento de negocios reclama para sí la diversidad, aunque predominan
las oficinas inmobiliarias y el ramo de artículos para el hogar. En la 9 de
Julio los negocios "salen a la calle" para exhibir mejor la
mercadería.
-- Bien.
¿Cuál es el problema mayor de Villa Adelina?
Siempre
que hicimos tal pregunta -y fue varias veces- la respuesta mostró uniformidad:
el agua.
-- Desde
que tenemos agua corriente está prohibido tener moto-bombeadores en las casas.
¿Con qué resultado? Que
carecemos del líquido.
En verano
es un espanto. Los vecinos deben madrugar para llenar baldes y tachos, porqué
sobre la tarde o la noche no sale ni una gota de las canillas. Y por supuesto,
hay perforaciones clandestinas con el riesgo de contaminación.
Los
primeros vecinos
-- ¿Por qué esta ciudad se llama
Villa Adelina?
-- Yo no lo sé, pero puede
preguntar a los Rebagliati. Tienen una tienda sobre Martín Rodríguez y El
Indio.
Allí
fuimos, pero la hija de los Rebagliati nos remite a un tío, un anciano jubilado
a quien no encontramos en casa. Sí a la
hija de un antiguo vecino –Nicolás Giribone-, una encantadora viejecita cuyos
recuerdos vienen de la infancia.
-- Mi padre fue uno de los primeros.
Yo llegué aquí a los 6 años. Estaba también la familia de don José Materi.
Recuerdo que los peones de don Diego Carman, que era el dueño de casi todas
estas tierras, cazaban cuises y después los hacían asados. A mí no me gustaba
mucho, pero igual comía.
-- ¿Quién era Adelina?
-- Mire, no lo sé muy bien. Oí que
era una de las hijas.
-- ¿Del señor Carman?
-- Tal vez, tal vez…
Vamos en busca de otros
testimonios. El dueño de un importante comercio se presta al diálogo. Es, en
sus apreciaciones, contundente.
El
"esfuerzo privado"
-- Villa Adelina tendría que
cambiar de nombre. Yo sugeriría que se llamara "esfuerzo privado".
¿Usted sonríe?. No es fábula. Todo lo hicieron los vecinos. Si tenemos agua
corriente –cuando corre- es porqué la pusimos nosotros. El día que nos pongan
gas natural, de nuestro bolsillo saldrán los recursos. La Comuna abarca mucho y
aprieta poco, salvo en los impuestos. Pero, claro, no quiere desprenderse de
esta ciudad porqué su industria es poderosa. Esta es tierra de nadie y si usted
viene del lado de la Panamericana, habrá pasado por el Fondo de la Legua que
era el límite entre "el poblado" y el indio. Las cosas cambiaron,
pero no tanto. En cierto modo seguimos segregados. En los últimos 20 años se
hizo poco. La Municipalidad sólo está presente con inspectores recaudadores y
grúas. ¡Ah…!, no quiero ser totalmente injusto: en los últimos meses se realizan trabajos de bacheo.
Calcule cómo estarán algunas calles. No se podaron los árboles, no tenemos
cloacas en la parte de San Isidro, la actividad cultural es nula… ¿Debo agregar
algo más?
La tajante
división
Dejamos el centro urbano Este y nos
encaminamos hacia la estación. Hay muy buenas vías peatonales para la entrada y
salida de los andenes. A la vera de las paralelas prosperan paraísos y
eucaliptus. Del lado Oeste sigue tajante la división San Isidro-Vicente López.
La calle lateral a las vías tiene una "valla": Paraná. Y dos
denominaciones: Manuela Pedraza hacia el Sur y Comandante Piedrabuena en el
Norte.
Paraná es aquí una activa vía
comercial. Su pavimento está roto, el agua estancada se aquieta contra los
cordones. Piedrabuena ofrece un aspecto deprimente por falta de buenas veredas,
por el estado precario de su calzada. El movimiento de colectivos acentúa el
descuido del piso, riega las veredas con el agua de los charcos.
Villa Adelina, en el sector Norte,
cuenta con dos barrios importantes: Tanque y Arca. Tiene dos escuelas públicas,
un colegio nacional y varios establecimientos privados. Desarrollan su
actividad varias sociedades de fomento, clubes sociales y no tiene cine. En su
ejido cuenta con dos plazas, la Brown y la Belgrano. No todas sus calles están pavimentadas
y la canalización del arroyo Pavón es vieja aspiración del vecindario.
Al irnos, seguimos lamentando no
tener datos precisos sobre el nombre de esta ciudad. Los más aproximados serían
estos: Adelina, familiar del señor Duncan Munro, administrador por ese entonces
del Ferrocarril Central Córdoba que extendía sus ramales desde Rosario a esta
ciudad del Gran Buenos Aires sería el origen de la denominación. En su
homenaje, el señor Munro habría bautizado una parada ferroviaria a cuyos
costados -¿cómo iba siquiera a soñarla?- se levantaría, con el tiempo, una
población que hoy supera los cien mil habitantes.
Tal denominación, ¿fue emocional,
arbitraria, justa? Son preguntas que tienen poca importancia ante los hechos.
Villa Adelina es una realidad. Y, como todas, deriva de una historia. ¿Será
ésta la real?
El Mundo del Gran Buenos Aires
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