Se reunieron para recordar la historia del barrio que comenzó con la llegada del primer tren, el 29 de marzo de 1909. Todos siguen enamorados de la zona, por su ambiente y por la cercanía y la amistad que los unen.
"Qué es lo que más le gusta de Villa Adelina?", pregunta la cronista para romper el hielo.
-Usted.
El dueño de la munición y culpable de un rubor mal disimulado es el entrerriano José Luis Leguizamón (82), uno de los jockeys más célebres de mediados de siglo, que vive hace 57 años en la ciudad que cumple su centenario este domingo.
El deportista brilló con la caballeriza de los hermanos Penna en el Hipódromo de Palermo, arrasando con los clásicos y consagrándose en Uruguay y en Brasil. Amigo del "Yacaré" Elías Antúnez y de varios ases del turf, se entusiasma al revivir su leyenda. Lo acompaña su hijo, que se acuerda de las vacas que aparecían de la nada en la parte trasera de la casa. Como él, otros ocho vecinos tienen algo para contar.
Y la Plaza Ader-Soldado Argentino será el tablero donde se reconstruirán pedazos de la biografía barrial con la ayuda de los memoriosos. En esta misma porción verde, hace muchos años, Juan Carlos Luján, ciudadano ilustre de Vicente López y Presidente de la Fundación Marambio (Paraná 6658) y director de su museo (Cerrito 4094), besó por primera vez a quien hoy es su esposa, María Moccia, líder de la agrupación de artistas plásticos del lugar, cuando tenían apenas 12 años. El caballero, ex combatiente de Malvinas, fue integrante de la "Patrulla Soberanía", que hace cuatro décadas construyó con esfuerzo, picos y palas la primera pista de aterrizaje en continente antártico.
Otro antiguo habitante de la zona es Armando Pizzuto, un jubilado que conoció Adelina en 1939, se mudó tiempo después, se fue y volvió para siempre hace 20 años. "Este parque no existía, desde acá se veía pasar el tren que venía de Bou!ogne y nuestro pasatiempo era andar en bicicleta o en monopatín las calles del barrio. Hasta el cartero venía a caballo”, rebobina y desafía: "¿Quién se acuerda del Bar de Domínguez?". Parece que allí se practicaba boxeo y era tierra de "malandras". Entonces, cuando se acercaba la Policía los revoltosos se cruzaban a un almacén y burlaban a la autoridad local porque ya estaban del lado de San Isidro. Y sientan a la mesa al comisario Caro, un bravo de otra temporada.
De esos caminos también hablan Osvaldo Bernardoni, residente de la primera hora, y Nélida Langenechín, responsable del negocio de ropa infantil "Mimos” que fue un clásico del paisaje hasta 1997. "Fijate lo que es esto, es maravilloso porque nos conocemos todos. Además de vecinos, somos amigos", comenta la única dama de la velada, que pisó Villa Adelina hace 72 años y tiene sellado en su memoria el perfume de las moras y la travesura de comerlas, así como la mística del cine Libertad, anfitrión de las invenciones de Charles Chaplin: "Yo soy muy bueno", tira su marido y al ser interrogado por su nombre la risotada general cobra sentido. Miguel Bueno (80), tío abuelo de Rodrigo, el Potro cordobés, y humorista aficionado, exhibe fotos que muestran su participación en el programa "Finalísima" de Leonardo Simons y le pide pausa al grabador para demostrar su picardía, y encuentra complicidad en Felipe Molina (78), otro con historia. "No me destacaba en el fútbol y eso que acá había potreros por todos lados. Era medio tronco, pero ojo, fui un gran bailarín", dice y sentencia: "Esto es el paraíso de Vicente López".
Ardo Nardini (77) se jacta con razón de ser el comerciante de mayor edad que sigue en las canchas con una casa de artículos del hogar en Paraná 6244. "Jugaba a la pelota. Había terreno de sobra para despuntar el vicio y era muy bueno", avisa y agrega: "En mi negocio, un depósito de forrajes, yo ponía la televisión en la vidriera y los vecinos se juntaban para verla. En aquellos años era toda una novedad". Y las cabezas se mueven verticalmente sin excepción.
El historiador, del grupo es René Arditi Rocha (ver De aquella...), un nativo que introduce en la charla a las mariposas y el suspiro es general. En primavera, sus colores invadían el aire y salir a cazarlas era un juego obligado de los vecinos. Punto aparte merecen los carnavales. Según los vecinos, eran los mejores de la zona. Y por lejos. Las veredas eran color en estado puro y el vecindario salía a pleno a disfrutar de la música. "Eran simplemente inolvidables", coinciden los jugadores del match del pasado.
Es ciudad, pero quiere ser pueblo. Le gusta ese mote que respira calma y aliviana el aire. "Poné que amo Villa Adelina", dispara el vecino Ardo Nardini. Habrá que hacerle caso. Su candidatura es pasión de multitudes y este arrebato de cariño es realidad en todas las miradas que se posan en la plaza Ader.
Patricia Glassmann
pglassmann@clarin.com
CLARIN SAN ISIDRO CIUDAD
Jueves 26 de marzo de 2009
"Qué es lo que más le gusta de Villa Adelina?", pregunta la cronista para romper el hielo.
-Usted.
El dueño de la munición y culpable de un rubor mal disimulado es el entrerriano José Luis Leguizamón (82), uno de los jockeys más célebres de mediados de siglo, que vive hace 57 años en la ciudad que cumple su centenario este domingo.
El deportista brilló con la caballeriza de los hermanos Penna en el Hipódromo de Palermo, arrasando con los clásicos y consagrándose en Uruguay y en Brasil. Amigo del "Yacaré" Elías Antúnez y de varios ases del turf, se entusiasma al revivir su leyenda. Lo acompaña su hijo, que se acuerda de las vacas que aparecían de la nada en la parte trasera de la casa. Como él, otros ocho vecinos tienen algo para contar.
Y la Plaza Ader-Soldado Argentino será el tablero donde se reconstruirán pedazos de la biografía barrial con la ayuda de los memoriosos. En esta misma porción verde, hace muchos años, Juan Carlos Luján, ciudadano ilustre de Vicente López y Presidente de la Fundación Marambio (Paraná 6658) y director de su museo (Cerrito 4094), besó por primera vez a quien hoy es su esposa, María Moccia, líder de la agrupación de artistas plásticos del lugar, cuando tenían apenas 12 años. El caballero, ex combatiente de Malvinas, fue integrante de la "Patrulla Soberanía", que hace cuatro décadas construyó con esfuerzo, picos y palas la primera pista de aterrizaje en continente antártico.
Otro antiguo habitante de la zona es Armando Pizzuto, un jubilado que conoció Adelina en 1939, se mudó tiempo después, se fue y volvió para siempre hace 20 años. "Este parque no existía, desde acá se veía pasar el tren que venía de Bou!ogne y nuestro pasatiempo era andar en bicicleta o en monopatín las calles del barrio. Hasta el cartero venía a caballo”, rebobina y desafía: "¿Quién se acuerda del Bar de Domínguez?". Parece que allí se practicaba boxeo y era tierra de "malandras". Entonces, cuando se acercaba la Policía los revoltosos se cruzaban a un almacén y burlaban a la autoridad local porque ya estaban del lado de San Isidro. Y sientan a la mesa al comisario Caro, un bravo de otra temporada.
De esos caminos también hablan Osvaldo Bernardoni, residente de la primera hora, y Nélida Langenechín, responsable del negocio de ropa infantil "Mimos” que fue un clásico del paisaje hasta 1997. "Fijate lo que es esto, es maravilloso porque nos conocemos todos. Además de vecinos, somos amigos", comenta la única dama de la velada, que pisó Villa Adelina hace 72 años y tiene sellado en su memoria el perfume de las moras y la travesura de comerlas, así como la mística del cine Libertad, anfitrión de las invenciones de Charles Chaplin: "Yo soy muy bueno", tira su marido y al ser interrogado por su nombre la risotada general cobra sentido. Miguel Bueno (80), tío abuelo de Rodrigo, el Potro cordobés, y humorista aficionado, exhibe fotos que muestran su participación en el programa "Finalísima" de Leonardo Simons y le pide pausa al grabador para demostrar su picardía, y encuentra complicidad en Felipe Molina (78), otro con historia. "No me destacaba en el fútbol y eso que acá había potreros por todos lados. Era medio tronco, pero ojo, fui un gran bailarín", dice y sentencia: "Esto es el paraíso de Vicente López".
Ardo Nardini (77) se jacta con razón de ser el comerciante de mayor edad que sigue en las canchas con una casa de artículos del hogar en Paraná 6244. "Jugaba a la pelota. Había terreno de sobra para despuntar el vicio y era muy bueno", avisa y agrega: "En mi negocio, un depósito de forrajes, yo ponía la televisión en la vidriera y los vecinos se juntaban para verla. En aquellos años era toda una novedad". Y las cabezas se mueven verticalmente sin excepción.
El historiador, del grupo es René Arditi Rocha (ver De aquella...), un nativo que introduce en la charla a las mariposas y el suspiro es general. En primavera, sus colores invadían el aire y salir a cazarlas era un juego obligado de los vecinos. Punto aparte merecen los carnavales. Según los vecinos, eran los mejores de la zona. Y por lejos. Las veredas eran color en estado puro y el vecindario salía a pleno a disfrutar de la música. "Eran simplemente inolvidables", coinciden los jugadores del match del pasado.
Es ciudad, pero quiere ser pueblo. Le gusta ese mote que respira calma y aliviana el aire. "Poné que amo Villa Adelina", dispara el vecino Ardo Nardini. Habrá que hacerle caso. Su candidatura es pasión de multitudes y este arrebato de cariño es realidad en todas las miradas que se posan en la plaza Ader.
Patricia Glassmann
pglassmann@clarin.com
CLARIN SAN ISIDRO CIUDAD
Jueves 26 de marzo de 2009
Me crié ahí, era un barrio tranquilo, casi todas las calles eran de tierra yendo para Fondo de la Legua hacia la Panamericana, donde yo vivía. Algunos vecinos más viejos decían que antes había nada más que quintas. La vieja estación todavía tenía algunas cosas de principios de siglo, venidas de Inglaterra. El carnaval ciertamente era bastante importante, aunque después se dejó esa tradición, lo mismo que el cine. En la estación del ferrocarril a veces se lo veía a Peculo, luego candidato a intendente, a Quique Dapiaggi, que estaba en la televisión, y también, o eso decían, a Juan Carlos Calabró, que además decían que tenía una casa por ahí en algún tiempo. Después el barrio se fue haciendo más como una ciudad, hasta el punto de que algunos lados se parecían a Martínez. Y hablando de historia me acuerdo que en calle Paraná, en el lado de Vicente López, tenía un negocio un señor llamado Francisco Diurno, que escribió una especie de historia de la localidad. Muchos Saludos. Daniel Gomez.
ResponderEliminarGracias por haber acercado tu comentario, Daniel. Sólo en dos cosas voy a darte aclaraciones:
ResponderEliminarQue Juan Carlos Calabró no vivió en nuestra Villa, quizás se hayan confundido con Roberto Carnaghi, y que Francisco Diurno tenía su comercio sobre Paraná, del lado perteneciente a San Isidro.
Retribuímos tus saludos con afecto de vecinos ya que eso hemos sido en algún momento.