domingo, 22 de abril de 2012

Querida Estación

Cómo referirse a nuestra Villa Adelina sin recordar a la vieja estación ferroviaria, arquitectura de estilo inglés, con sus dependencias principales alineadas junto a la plataforma de vías ascendentes (dirección a Retiro). En la Oficina del Jefe -recordamos al Señor Gómez-, funcionaban el Telégrafo y la Boletería, que era atendida por un Auxiliar a través de la ventanilla que daba a la Sala de Espera. Seguía el Depósito de Cargas y Encomiendas y, pegados a éste, los Sanitarios.



Florencio Nuñez Gordo con su máquina en Estación Villa Adelina - 1912
(Foto gentileza Miguel A. Lafuente)

La Sala de Espera era un espacio con puertas de acceso desde el andén o desde Av. de la Estación (hoy 9 de Julio). En días invernales los viajeros disfrutábamos de cálido ambiente mientras aguardábamos sentados la llegada del tren, aprovechando para hacer repaso de las lecciones escolares, o bien leer los diarios y revistas que se vendían en el kiosco del andén, cuya propietaria original fue Herminia Arguelles. Le siguieron luego en ese negocio la familia Negri y tiempo después, Joaquín Parrado y señora.

En esta plataforma principal, que estaba cubierta por techo de chapas de zinc, junto a la puerta de la Jefatura se hallaba la campana de bronce que se hacía tañer dando salida a los trenes, una báscula para pesar y la clásica carretilla para el transporte de bultos y equipajes.

Las instalaciones lucían siempre aseadas, siendo el responsable de las tareas Domingo Santieusanio, quien con su familia vivía en una casa cedida por la empresa ferroviaria, ubicada en los terrenos que la misma poseía a pocos metros de la cabecera sur del andén ascendente. Cabe recordar que dos de los hijos de Domingo, Osvaldo (Ubaldo) y Gabriel, fueron exitosos cantores de tangos. Osvaldo se desempeño también como radiotelegrafista.

Ambas vías estaban separadas por un tejido de alambre y para cruzar a la plataforma de enfrente existían pasadizos, uno en cada extremo de los andenes y otro central de reja de hierro, corredizo, que por lo general estaba clausurado con cadena y candado. Varios de los accidentes fatales se produjeron por falta de atención de quienes luego del paso del último vagón cruzaban distraídos las vías, sin detenerse a mirar si se aproximaba otra formación en dirección contraria.

En el andén de las vías descendentes (dirección a Boulogne) se emplazaba un simple refugio de techo de chapas a dos aguas, con paredes de madera parcialmente vidriadas, el que no contaba con otra comodidad que un largo banco de madera. A esta plataforma se accedía desde el oeste por un sendero cuya anchura no alcanzaba los dos metros, bordeado por un cerco de ligustrina y paraísos, que se prolongaba tras atravesar el desvío al Playón de Cargas donde se estacionaban los vagones que transportaban carbón, leña y otras mercaderías destinadas a comercios de la zona.


Descarga de carbón-Sentado en el capot del camión, Florencio Nuñez
(Foto gentileza M. A. Lafuente)

En el sitio donde se iniciaba este pasillo y la calle Paraná (Los Fortines- Fernández Espiro) se cortaba, había una franja de tierra donde existió un pequeño kiosco de diarios y revistas atendido por el matrimonio Negri. Frente a él hubo una parada de taxis, entre cuyos choferes recordamos a Don Luis Armellino.

La tracción de los convoyes de carga se hizo inicialmente con máquinas a vapor, y las formaciones de pasajeros tenían coches de primera clase, con ventiladores y confortables asientos tapizados, y de segunda con butacas de madera. También poseían espacio donde llevar bicicletas y otras cargas menores, como traslado de encomiendas y correo postal.

Más adelante en el tiempo se incorporaron coche-motores de origen húngaro, los famosos Ganz, de dos vagones unos y otros de hasta cuatro coches con cabina de comando tractor en ambos extremos, lo que permitía evitar las maniobras que debían efectuar las máquinas de tracción única para invertir el  sentido de circulación, y estaban pintados de color plateado con una franja azul. Los servicios cumplían normalmente con los horarios preestablecidos y el trayecto Villa Adelina-Retiro era recorrido en apenas 35 minutos.




Francisco Diurno. Al fondo, un coche-motor

Para los estudiantes que concurríamos a escuelas o colegios de Capital, era emocionante y tenía un particular encanto viajar en "El Rosarino", una lujosa versión del coche-motor que periódicamente coincidía con nuestros horarios.

Otro tren que tenía vagones de primera con compartimientos para seis a ocho pasajeros era el "lechero", formación mixta -carga y pasajeros-, proveniente del norte que transportaba los tarros de leche cargados en las estaciones de campo.

Por entonces y durante mucho tiempo el ferrocarril prevaleció por sobre cualquier otro medio de transporte, sus coches eran de confort y aseo impecables, y las tarifas accesibles. Estoy recordando a mis compañeros de escuela, Alberto "Tito" Font, Carlos "Lito" Prati, Ricardo Escudero y otros chicos y chicas que viajamos al menos durante algunos años de primaria y todo el secundario hasta Retiro.

Recuerdo asimismo a los empleados ferroviarios que trabajaban en el "rancho grande", como llamaban al edificio de oficinas administrativas que estaba en Av. Maipú 4 -donde hoy funcionan tribunales de justicia-, y nombro a mi querido padre, Héctor J. Moschiar, a sus compañeros Carlos Prati, Aurelio Lorea, Carmelo Botero, Mario Rinaldi, Vicente Bringiotti, Merlo, José Vila y otros. A vecinos como Diego Font que viajaban en el mismo horario, al padre de Carlitos Podestá, empleado de Correos y tantos otros que lamentablemente escapan a mi memoria.

Estación remodelada, andén descendente, tal
como se la ve hoy

Para finalizar, no quiero olvidarme de nombrar a mi abuelo paterno, Ángel, uno de los primeros maquinistas, de aquellos que con sus espaldas mojadas de sudor o lluvia, rostros tiznados de hollín y cronómetro en mano, forjaron la historia grande del ferrocarril.

Miguel A. Moschiar
Act. 22-04-12







Miguel A. Lafuente


Estimados Teresa y Miguel: Para ampliar -y remontarnos más en el tiempo- les envío algunas informaciones sobre la Estación Villa Adelina:

Del expediente 5150 L.C. del 26 de abril de 1909, tomé nota de esto: "22 de abril de 1909. La empresa somete a la aprobación del Gobierno Nacional los desvíos provisorios en la estación Villa Adelina situada en el Km. 54, variante 7. Los desvíos serán destinados al servicio de tráfico de la lìnea hasta tanto se construya la Playa de Maniobras definitiva en el Km. 52, variante 7, que no se puede hacer por estar ocupado el terreno por hornos de ladrillos destinados a las obras de Acceso de Rivadavia a Retiro. Se colocará una báscula para pesar wagones (sic) y se colocarán señales de distancia y señales locales de un brazo, a cada extremo de la Estación"

Tomé también esto de la Resolución del 22 de junio de 1925, que dice: "28 de abril de 1925. Ampliación del alumbrado eléctrico de la estación Villa Adelina. A lo existente se adicionarán 2 lámparas corriente alternada, tensión de 200v., 50 períodos, conductores de cobre electrolítico de alta conductividad, aislados con goma y trenza. Los cruces con cable subterráneo a una profundidad de 2 metros (sic). Importe de los trabajos: $ 1.425.17 m/n."

La del 5 de enero de 1926, dice: "Proteger paso a nivel Km. 18.442,90 en estación Villa Adelina, Partido Vicente López. Barreras simultáneas, casilla guardabarrera, una cocina y un w.c., 3 molinetes y servicio de agua, $ 3.031,27.-m/n."

Finalmente el 4 de junio de 1926, un expediente dice:
"Colocar tanque de hierro para 200 litros, sobre torre de hierro, de molino usado, de 2,50x2,50x6,10 metros de altura con 4 parantes de hierro. Total $ 230.42.m/n"


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