(Nota: el
profesor Miranda, fallecido, fue Miembro de Número del Instituto Histórico
Municipal de San Isidro).
La última de
las grandes extensiones dedicadas al cultivo de la verdura, que sobrevivió
durante el siglo XX, es la que iniciara hacia 1908 el inmigrante Guillermo José
María Abriata, su mujer Anna María Gobello y los doce hijos de la pareja.
Primer plano, de izquierda a derecha:
Magdalena: casada con Roque Leo, tuvieron 5 hijos: Horacio, Isabel, María Esther y Luis.
Dolores: casada con Arturo Spedaletti (primer peluquero de Villa Adelina, maestro en el arte del esterillado y uno de los fundadores del Club CASVA). Estos son padres de Roberto, Ricardo e Ilda Elda.
Paula: casada con Nilsson, tuvieron 3 hijos: Dora, "Titi" y "Cochengo" (nombres familiares).
Rosa: casada con A. Gallegos, tuvieron 2 hijos: Juan Carlos y Nelly.
Francisca: casada con Ambrosio Cámara, son padres de 4 hijos: Juan, Rita, María, Domingo (Ningola con horno de ladrillos) y Pipo (primer servicio fúnebre de Villa Adelina).
María Luisa: casada con Ciro Maggiolini.
En el medio, sentados:
Anna María Gobello, (murió el 5 de febrero de 1921) y Guillermo José María Abriata, nacido en Sezzadio, pueblo que se encuentra en la región del Piamonte, Provincia de Alejandría, el 15 de abril de 1859 (según partida de nacimiento y bautismo, que obra en nuestro poder). Emma María también es oriunda de Sezzadio. Guillermo José María murió el 21 de junio de 1931, según el acta número 17 del Registro Civil de Boulogne.
En segundo plano, los seis hijos varones:
Francisco: casado con Gervasia Cruz, vivían en Uriarte y Sarratea de Boulogne.
Juan Alejandro: casado con Francisca Angeleri, con 4 hijos: Eduardo; Telma, casada con Francisco Pérez (primera fábrica de calzados en Boulogne); Hugo Oscar (con verdulería en Independencia y Thames, con tres hijos: Patricia, Dario y Hugo), y Susana Beatriz (Titina) casada con Norberto Testorelli en 1936, padres de Miriam, Fabián y Gladys.
Pablo: casado con Margarita Capino, tuvieron 4 hijos: Pablo, Oscar, Raúl y Carlos. Pablo fue el dueño de los cines de Boulogne y una calle lleva su nombre.
José Luis: casado con Luisa Ursulina Angeleri, con tres hijos Alfredo, Celia y Clara (casada con Gino Morelli). José Luis Abriata es padre de Alfredo Aníbal, quien sería la persona a la que se refiere la señora Mónica Liliana Pastorini en su nota sobre "La quinta de los Abriata" publicada ayer. Asimismo, José Luis es el suegro de la señora Irma Isolina Remotti, Pirocha.
Pascual Felipe (soltero).
Santiago Antonio: casado con Serafina Tidoni, con 3 hijos: José Gregorio, Enrique y Ángel. Según los archivos históricos, entonces en el Museo Pueyrredón, la quinta se puso en venta en 1908 y tenía una superficie de "treinta y un hectáreas, diez y seis áreas y cuarenta y siete centiáreas". Su dueño era Eliseo Cantón, que mandó publicar avisos para promocionar la propiedad y donde decía que la próxima estación del F.C.C.C. pasaría a metros del lugar.
Los límites
de la quinta eran las actuales calles Gorriti, lindante con la propiedad de don
Avelino Rolón, que después de su muerte fue donada a la "Escuela Hogar
Carlos de Arenaza"; Yerbal, con las tierras recién compradas por el Ferrocarril
C.C.; Colombres, con los Rebagliati -actual fábrica Orbis- y Lamadrid, con las
tierras de los Hnos. Cantón (ver en el plano).
Cuando la
propiedad se puso en venta y a punto de ser fraccionadas, apareció Guillermo J.
M. Abriata, que sin un peso, pero con una gran amistad personal con don Agustín
Repetto, el más poderoso caudillo radical de entonces, le otorgó un préstamo,
sin documentos, pero con el compromiso de pagarle, cuando sus tierras
estuvieran produciendo. El inmigrante era hombre de palabra, analfabeto y muy
inteligente.
La vieja casona ya tenía su pasado. Fue construida a la usanza de los cascos de estancias de los siglos XVIII y XIX, su diseño interior del tipo chorizo, es decir, habitaciones conectadas a través de puertas con dos hojas, dando a una galería común, cada habitación con su vestidor y un sótano que se usaba como bodega, así como los ladrillos de tipo colonial, mosaicos y tejas importados de Francia. Habría sido hecha no antes de la mitad del siglo XIX. No hay documentos que avalen la antigüedad de la casa, como tampoco lo hay -por el año de referencia- a ninguna de aquella época: la del actual Museo Pueyrredón y el viejo edificio municipal de San Isidro, que es de 1872.
Anna María Gobello y Guillermo José María Abriata
La vieja casona ya tenía su pasado. Fue construida a la usanza de los cascos de estancias de los siglos XVIII y XIX, su diseño interior del tipo chorizo, es decir, habitaciones conectadas a través de puertas con dos hojas, dando a una galería común, cada habitación con su vestidor y un sótano que se usaba como bodega, así como los ladrillos de tipo colonial, mosaicos y tejas importados de Francia. Habría sido hecha no antes de la mitad del siglo XIX. No hay documentos que avalen la antigüedad de la casa, como tampoco lo hay -por el año de referencia- a ninguna de aquella época: la del actual Museo Pueyrredón y el viejo edificio municipal de San Isidro, que es de 1872.
El domingo
12 de julio de 1908, don Guillermo Abriata y su mujer Anna María Gobello, no
tuvieron otra alternativa. Habían abandonado el ranchito que tenían en terrenos del ferrocarril inglés y con unos buenos pesos que les dio Diego Carman, el
administrador del Ferrocarril C.C. en compensación por sacarlos del lugar,
decidieron comprarse "algo".
Don Abriata,
ya era un gringo totalmente acriollado, pero con todas las costumbres de su
Piamonte natal en cada una de sus maneras. Recto como buen gaucho, incansable
trabajador de la tierra como inmigrante hambriento y con deseos de un lugar
propio que la Europa le negara, analfabeto como la mayoría de la gente de
entonces, el remate de ese día era la oportunidad de su vida.
Venían de Anchorena
y el cambio de siglo lo habían pasado en el rancho donde con algunos de sus
hijos mayores, plantaban verdura de todo tipo. No más de una veintena de
agricultores y horneros formaban la población. La mayoría arrendaba su pedazo
de tierra a minifundistas que venían de vez en cuando a cobrar su renta, pero
que paseaban su fortuna y vivían en el pueblo, esto es en San Isidro devoto y
sitio de descanso de fin de semana de damas y damitas porteñas. En esa
situación estaban los Cantón y Avelino Rolón, quienes años después serían sus
vecinos. A los verdaderos dueños de la tierra muy pocas veces se les veían las
caras.
La de los
Abriata llegó a ser la más dinámica y rica quinta de San Isidro, y la última en
desaparecer en 1978. Esta pequeña empresa agrícola arrancó con media manzana, y
don Guillermo fue tan empeñoso con sus manos como rápido con la cabeza para los
negocios. Tuvo visionariamente la certidumbre de que ese lugar algún día
gozaría de progreso. A los pocos años de instalarse, la tierra le resultó
escasa. Como los dueños de la tierra aledañas no las ocuparon, quedaron
libradas a su suerte, y el labriego -con sus doce hijos- tomó posesión de las
mismas.
El tren,
promesa de los rematadores, no apareció por ninguna parte. Los años pasaron y
los que prometieron pagar en mensualidades, abonaron las primeras cuotas y ante
la falta de noticias de progreso y del ferrocarril, no pagaron más.
Don
Guillermo siguió labrando la tierra y mientras no hubiera reclamos, ocupó las
31 hectáreas originales, que limitan con las actuales: Gorriti, Lamadrid,
Colombres y Yerbal.
Cuando finalmente
apareció el ferrocarril, también se presentaron los primeros reclamos. Pero todo
lo arregló pacíficamente y aquellos reclamantes recibieron lo suyo.
En los años
cincuenta se llegaron a cultivar hasta 70 mil plantas de tomates por año y
toneladas de papas, zapallitos, hinojos, melones, sandías, que llegaron
regularmente a abastecer a las mesas capitalinas.
Don
Guillermo fue precavido con sus ahorros, ya que dejó a sus herederos una gran
cantidad de terrenos, muy bien ubicados en lugares cercanos a las estaciones
Boulogne y Villa Adelina.
Junto a la
desaparición física de los Abriata (Ana María murió en 1921 y Guillermo en
1931) que trabajaron la tierra con sus manos, la irrupción de las casas que
fueron cercando a los campos y el mal negocio que resultaba la producción de
verduras, ayudó para que la Quinta de los Abriata cayera, bajo el peso de los
nuevos vecinos y de los nuevos tiempos.
Atrás
quedaron las ceremoniosas fiestas donde toda la vecindad, agricultores y
ferroviarios recién llegados, disfrutaron de aquellas largas tertulias, que se
cortaban con el "se acabó el baile" cuando el sueño empezaba a
cercarlo a don Guillermo.
(Nota: se
tomaron algunas referencias para este texto del periódico Pueblo Chico, de mayo
de 1993).
Exposición de la Junta de Estudios Históricos de Villa Adelina en
la IV Jornada de Historia de El Talar, el 24 de octubre de 2009, y la XI
Jornada Histórico-Geográfica de Tres de Febrero, el 31 de octubre de 2009.
Miguel A. Lafuente
Secretario JEHVA (Junta de Estudios Históricos de Villa Adelina)
Secretario JEHVA (Junta de Estudios Históricos de Villa Adelina)
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