lunes, 16 de septiembre de 2013

Memorias de un emigrante zamorano - Parte 8

LA VIDA CONTINÚA... EL TALLER, LAS VILLAS

Efectivamente, la vida continúa, ahora trabajando en el taller de reparaciones de equipos electrónicos. Para este tiempo, tenía dos clientes importantes que me daban entre ambos más del 50% del trabajo, uno era una casa de artículos para el hogar en Munro, se llamaba Uramar (el comercio) y el otro un fabricante de televisores (Mario L. Ferreira Teixeira) con la marca Weimar en sus televisores.

Todos los días tenía entre 4 y 8 televisores para reparar en domicilio, casi todos en alguna Villa de Emergencia (comúnmente llamadas Villa Miseria).

Como se imaginarán, soy uno de los pocos que conocen bastante bien a esta gente, como son, como viven... yo tenía que convivir con ellos por un rato, en el interior de sus muy modestas "casitas" hechas con cualquier cosa, maderas de cajones de manzana, latas viejas, chapas de cartón etc.

Mi conclusión con respecto a ellos y su modo de vida, es la siguiente: El 95% de la gente es muy buena, solidaria y trabajadora. Son pobres, pero honrados, no ladrones como suelen calificarlos a todos por igual...

Lo que pasa es que tienen un coeficiente y nivel de educación relativamente bajo, no en todos los casos por supuesto, a lo que debemos agregar que debido a esto, suelen ser explotados fácilmente por gente inescrupulosa [sic] que nunca falta y principalmente políticos que solo se acuerdan de ellos cuando hay elecciones.

Pero hay un 5% de delincuentes de todo tipo, que habitan la villa, mezclados entre la buena gente; no son residentes, la usan de aguantadero [sic]; Estos son los que "hacen tanto ruido" que luego los demás habitantes del país los involucran a todos por igual, como decimos vulgarmente "los meten en la misma bolsa" y los quieren quemar a todos.

Deben saber que ese 95%, los buenos, son los que menos los quieren y son quienes más desean la presencia policial (aunque a alguien le parezca mentira) que les permita vivir con mayor tranquilidad y seguridad, porque ellos los sufren más que nadie y no pueden hacer nada... pero, claro, quien le va a dar "bola" a esos "villeros de m..." [sic].

No saben lo equivocados que están. Después de convivir años con ellos (en esas visitas diarias de service) de entrar con el auto hasta donde podía (luego había que seguir a pie) creo que tengo suficiente autoridad para opinar. Nunca me pasó nada ni a mí ni al auto y fui siempre tan bien atendido como lo sería un médico seguramente. Si caía al medio día, como sucedía muchas veces, me invitaban a comer y se molestaban bastante porque no aceptaba el convite, pero realmente tenía mucho que hacer y no podía detenerme.

Lo que sigue marca lo escrito sobre esta gente: Terminada la reparación, mis manos estaban negras de polvo y hollín; téngase en cuenta las condiciones en que viven... el interior del televisor estaba lleno de polvo ya que adentro de la vivienda era medio parecido a estar afuera, por las rendijas que tienen las paredes. En una ocasión, reparé un televisor cuyo defecto fue provocado por un ratón que se metió, provocó un cortocircuito y no funcionó más. Cuando saqué la tapa allí estaba el pobre bicho, electrocutado... Era común encontrar toda clase de bichitos y alimañas muertas en su interior además del polvo. Bien, sigamos con mis manos sucias.

No bien terminaba el trabajo y sin decir ni pedir nada, ya tenía preparada una palangana con agua, un jabón nuevo y una toalla limpia impecable.

Esto que parece una nimiedad, no es tan así, esta gente y los que componen la villa, suelen tener una canilla que los provee de agua a todos; Pensemos que algunos viven a 400 metros o más de esa canilla y que generalmente hacen cola para llenar un par de baldes y llevar agua a sus casas. Con esto quiero decir que esa palangana con agua y esa toalla limpia, no significa lo mismo en una buena vivienda de clase media que en esos ranchitos...

OTRAS ACTIVIDADES

Más adelante me puse a fabricar televisores, la marca de fantasía (sin registrar) era Tevesonic, puse un amigo que había sido corredor libre, experto en ventas domiciliarias llamado Luis Esponda, quien a la postre sería uno de mis mejores amigos y algún otro vendedor. Las cosas andaban bien y alquilé un local, continuaba con las ventas domiciliarias y también al público en el comercio.

Luego agregué muebles y más artículos a medida que iba creciendo; también traje a trabajar conmigo a mi hermana Pilar, que lo hizo durante unos años. Esta actividad la desarrollé durante unos 20 años más o menos, en ese tiempo estuve alejado de la electrónica completamente, o sea que mi actividad era netamente comercial y me iba bastante bien, hasta que nuevamente cambió la suerte.

Me metí en una sociedad con dos amigos para comprar una estación de servicio (creo que en España le dicen gasolinera) y nos estafaron a los tres. Quedamos medio a los tumbos [sic].

Luego me estafó el "hombre de confianza" que tenía en el negocio (puso otra mueblería con lo que me robó) y para remachar los clavos, como decía mi madre, en la década de los 90, durante el gobierno de Menem las cosas iban cada vez peor así que liquidé todo y volví a mis viejos amores: la electrónica y Radio Instituto. Digamos que unos años antes ya había empezado nuevamente a ponerme al tanto de los avances que se habían producido en ese "bache" tan grande que estuve alejado y estaba recuperando terreno rápidamente.

Radio Instituto tampoco pudo escapar a la debacle económica de esa época y me encontré con los "restos". El edificio de la Av. Rivadavia donde se dictaban las clases personales se había vendido y naturalmente ya no se daban más clases. Quedaba solo una oficina donde todavía continuamos con la enseñanza a distancia, pero la economía no alcanza a despegar.

Es simple de entender: Mientras la clase obrera no tenga salarios dignos que le permitan vivir y ahorrar un poco, nosotros no podremos crecer, porque trabajamos con ellos. Ahí está nuestro caudal de alumnos. Pero no perdemos las esperanzas que todo repunte nuevamente.

Pero también este retorno tiene su parte sentimental y romántica... Me encuentro nuevamente con Gladys Beatriz Paz que había sido compañera en las oficinas de la escuela en la "época de oro", cuando estábamos en la calle Billinghurst 543 de Capital Federal y yo era uno de los profesores, andábamos por los 20 años más o menos en aquel entonces. Y bien, lo que no pudo ser en aquella época se cristalizó en ésta.

Hoy somos un matrimonio que se quiere bien, nos llevamos tan bien que hasta discutimos y todo... un poquito bahh (en los matrimonios que no existen discusiones, algo no anda bien...).

Además debo decir que sin ella no se que hubiera pasado conmigo; fue la más fiel y diligente compañera que Dios o mi Ángel de la Guarda (ojo que es de los buenos...) puso en mi vida.

Ella estuvo a mi lado en dos infartos que tuve, gracias a Dios pequeños, pero infartos al fin, se movió por todas partes en los hospitales que estuve internado y realizó gran cantidad de trámites que son necesarios para el ingreso al programa de España Salud, como así también en la pre y post cirugía cardíaca (fui operado el 03-02-04). Una joyita. Al principio de la presente biografía me refiero a este hecho y como mis compatriotas de Buenos Aires, ante la urgencia del caso me allanaron velozmente el camino para asociarme.
(siguen los relatos fragmentados de este libro)

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