lunes, 19 de agosto de 2013

"Memorias de un emigrante zamorano" - Gregorio Fuentes

Parte 2

UN GALLO INTELIGENTE POR NATURALEZA Y LA GALLINA "MORADA"

No creo que exista un animal más difícil de enseñar a hacer alguna cosa, que una gallina o un gallo, de hecho nunca se ve ninguna en algún espectáculo haciendo algo. Solo una vez y a nivel de estudio científico vi a una que luego de mucho trabajo aprendió que picando en un botón se abría una pequeña compuerta y caía un grano de maíz que inmediatamente se lo comía.

Esto va como prólogo para darle una dimensión adecuada a algo que paso a contar.

Calculo a ojo de buen cubero, que en el gallinero habría unas 30 gallinas, ya que en algunas ocasiones yo mismo retiraba los huevos de los nidos y hemos llegado a juntar hasta 24 en un día, claro que en ciertas épocas del año no ponían tanto, pero igual no sabíamos ya que hacer con tantos huevos.

De cualquier modo, en esos tiempos la solidaridad y las "buenas costumbres" entre los vecinos estaba siempre presente, así es que nosotros regalábamos huevos a todo el que necesitara y siempre venía de vuelta alguna cosa, en cualquier momento; un pedazo de torta, alguna porción de una comida,... recuerdo a nuestro vecino de la derecha, Flia. Piccioni.

Un día se aparecieron con un pedazo de asado al asador, caliente y jugoso, recién hecho que alcanzó y sobró para comer todos nosotros.

Debe haber sido el mejor asado que comimos nunca ya que todos lo recordábamos.

Por el lado de la izquierda, estaba la Flia. Cervini, con Doña Sara a la cabeza (quiero decir la ama de casa) con su marido Don Enrique Cervini y una única hija, Rita Beatriz (la "Tati") quien lamentablemente hace pocos meses falleció de un cáncer de mama descubierto tardíamente. Pues por éste otro lado también era común este tipo de "intercambios", lo mismo que de enfrente, de la esquina, de Don Washington y su mujer Doña Catalina, ambos italianos, en fin, con cualquier hogar era común esta especie de "trueque".

Eran tiempos de gente laboriosa, comunicativa, honesta, servicial, no había delincuencia, al menos yo no recuerdo ningún episodio de ésta índole, tiempos donde la alimentación no era un problema, eso era barato y más con el modo de vida que estoy comentando (huerta, etc.) en cambio otras cosas ya tenían precios costosos, digamos ropa, artefactos para el hogar y otros.

Todavía se confiaba en la gente, recuerdo cuando papá se apareció en casa con una radio... nuestra primera radio, esas con gabinete de madera lustrada que se pueden ver en algún anticuario, creo que todavía funciona, al menos la vi funcionando hace poco en casa de mi hermano Miguel, "que ya pasó el año de vida" (es una broma por la edad que tenía cuando llegamos al "rancho"). Se la vendieron a crédito, a pagar $ 50 por mes en seis meses, total $ 300; único requisito para otorgarle el crédito... un apretón de manos... Se hizo un estante sobre una pared, bien hecho, también de madera lustrada solo para poner allí la radio. Esto solo ya da una idea de los valores que se manejaban con los precios; papá en la fábrica no llegaba a cobrar $ 500 por mes.

Quien lea esta biografía se dará cuenta que no hay nada armado, escribo tal como me vienen los recuerdos por lo tanto los relatos quedan medio desordenados,... que tendrá que ver todo esto con el gallo y la gallina morada...

Bueno, retomemos el hilo; el asunto es que un día voy a buscar los huevos y como dije anteriormente, los nidos estaban adentro del "dormidero" es decir la parte cerrada con tablas del gallinero (digo al pasar, todo estaba pintado de blanco con cal), cuando termino de juntarlos en una canasta, salgo de este ambiente y oh sorpresa... todas las gallinas estaban afuera del gallinero comiendo a sus anchas todo lo que encontraban en la huerta.

Pero ¿qué pasó?... yo no me olvidé la puerta abierta... de eso estoy seguro, viento no había... la puerta estaba abierta completamente,... bueno ya está, no sé qué pasó pero metamos pronto las gallinas adentro porque en un rato no dejan nada.
 
Al día siguiente, sin pensar en lo sucedido el anterior, voy de nuevo a buscar los huevos y nuevamente al salir... todas las gallinas en la quinta haciendo de las suyas. Suerte que era relativamente fácil meterlas adentro; un par de gritos y entran solas.
 
Pero este asunto me dejó pensando, me dije, qué demonios está pasando, porqué se abre la puerta, si no hay viento, el nivel del portón de alambre era tal, que la puerta se recostaba sola contra el alambrado manteniéndose cerrada y entonces qué?...
 
Al otro día, entré al gallinero pero no al habitáculo cerrado, me quede por ahí un buen rato observando la puerta, necesitaba develar el misterio... no pasaba nada por lo tanto entré a buscar los huevos. Qué creen que vi al salir??... ¡todas las gallinas afuera en la quinta! Y daba la impresión que las guachas comían más ligero sabedoras que enseguida las iban a encerrar. Se entiende que si le pongo el gancho de cierre al portón desde adentro, que podía hacerse, se acabó el problema, pero si nunca fue necesario hacerlo porque la puerta no se abría, porqué iba a ponerlo, no señor, tenía que descubrir que estaba pasando.

Al día siguiente entré al gallinero dispuesto a perder todo el tiempo que fuera necesario, pero tenía que descubrir lo que pasaba. Igual que el día anterior, me quedé dando vueltas entre las gallinas, vigilando la puerta... no pasaba nada... así que entré a la pieza de los nidos, pero sin perder un segundo me puse a mirar por una de las ranuras que quedan en las uniones de las tablas de la pared que da al gallinero propiamente dicho, ya que esta pieza o dormidero como la he calificado, estaba construida sobre el costado derecho, mirando de frente. Mi vista estaba fija sobre la puerta por lo que la sorpresa que me iba a llevar no iba a estar completa, ahora verán porqué.

En un momento veo llegar al gallo corriendo hasta la puerta, era un bataraz de los grandes, pero no vi desde donde arrancó la carrera ni que estaba haciendo. Con el asombro que se pueden imaginar veo que con el pico busca una hendidura entre el borde de la puerta y el parante de hierro donde se apoya la misma, hasta que consigue engancharla y sin soltarla camina hacia atrás hasta abrirla completamente.

Acto seguido sale a la quinta él solo y una vez afuera cacarea con un sonido modulado muy especial y no muy fuerte llamando a las gallinas, que ahora sí, salen en tropel y en un segundo están todas afuera, en la quinta.

Se imaginan que mi curiosidad por saber todo lo sucedido, ahora era mayor, porque al gallo lo vi cuando ya estaba cerca del portón, por lo que nuevamente metí todas las gallinas adentro y no dije nada, al gallo ni lo miré. Nuevamente al otro día fui por los huevos, estuve un ratito afuera mirando al gallo de reojo buscando que no se diera cuenta de nada. Luego me metí en la pieza e inmediatamente me puse a mirar, pero ahora con la vista puesta en el gallo. Crean que no hay ninguna exageración en lo que sigue, yo mismo a través de los años me cuesta creer lo que vi, no nos olvidemos que se trata de un simple gallo atorrante. Estaba más lejos que cualquier gallina, haciéndose el tonto picoteando el suelo como saben hacer... de pronto levantó la cabeza, miró bien para todas partes hasta que se dio cuenta que nadie lo veía... salió corriendo hacia la puerta y la abrió de la misma manera ya explicada.

No creo que haya nadie en el mundo que pudiera explicar el proceder de este animalito, que me estaba mostrando que no lo era tanto. Vean la picardía e inteligencia natural incomprensible bajo todo punto de vista... nadie nunca le enseñó nada, como pudo llegar a discurrir esto??, sencillamente asombroso.

El caso de la gallina morada es distinto, aquí se trata de un ave de corral no común en muchos aspectos y que vale la pena destacar sus cualidades. En principio llamaba la atención el color de su plumaje... era violeta... parecía que estaba en representación del Vaticano, debido a este color, mamá la identificaba como la "gallina morada".

Realmente nunca en mi vida vi una gallina de este color y no conozco a nadie que haya visto algo igual. Pero si esto hubiera sido todo no sería para tanto, no, veamos como sigue. Era muy mansa, comía de la mano y se dejaba agarrar sin ningún problema, era ponedora aunque no de las mejores, pero cuando se ponía clueca, según mamá, ya que yo eso no lo recuerdo, decía que era la única que le ponía 24 huevos y le sacaba 24 pollitos...

Mientras estaba empollando la podíamos tocar, acariciar y levantarla un poco, desde debajo de ella, para ver si todos los huevos estaban bien, que no hubiera alguno roto, nunca nos hizo nada, digamos que cualquier otra se pone nerviosa chilla y picotea.

Una vez que tenía los pollitos los cuidaba con verdadero amor de madre, era un gusto observar todos sus movimientos y principalmente a la hora de dormir. Se ponía bien ancha abriendo su plumaje y albergaba los 24 polluelos. Claro, los pollitos iban creciendo y ya algunos quedaban medio afuera de ella.El problema se generaba día a día con el crecimiento; voy a explicar para quienes no saben, que hay un momento que los pollos tienen un tamaño que la gallina ya no los puede contener debajo de ella para darles calor, entonces cuando se quieren meter debajo, los pica para alejarlos y si insisten los vuelve a picar hasta que se dan cuenta que "es hora de independizarse" y la abandonan.

Esto tampoco sucedió con la gallina morada; era cómico aunque muy tierno ver un "ramillete" de pollos ya bien grandes queriéndose meter debajo de ella, por supuesto era imposible que entraran todos por lo que al empujarse entre ellos, el espectáculo que veíamos era de una gallina subida arriba de un montón de pollos que "viajaba" de un lado a otro, ya que ella estaba en el aire. Igual nunca echó a ninguno ni los picó, terminaban yéndose solos los grandulones.
(continuaremos con este  relato)

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