lunes, 19 de agosto de 2013

Algunos fragmentos de "Memorias de un enmigrante zamorano", de Gregorio Fuentes (ex vecino de nuestro barrio)

Parte 1

...Resulta que tío Alejandro tenía un terreno en Villa Adelina, partido de San Isidro en el conurbano bonaerense de la Provincia de Buenos Aires que no lo ocupaba, por lo que en conversaciones con mis padres llegaron a un acuerdo de alquiler, para que luego nosotros y por nuestra cuenta levantáramos una casita a fin de vivir en forma independiente.

EL "RANCHO", LOS MEJORES RECUERDOS DE MI VIDA

Así fue que se comenzó a construir una vivienda humilde, tenía una pequeña parte de material (ladrillos y revoque) y el resto de madera de cualquier tipo, la cosa era lograr algo que nos albergue a todos y después ir ampliando o terminando lo que hubiera hecho. En cuanto estuvo terminada una habitación, la cocina y un baño, ya nos mudamos, recordemos que éramos "tres y medio", es decir mis padres, yo y mi hermano que para ese momento contaba con aproximadamente un año, mi hermana Pilar continuaba viviendo con mi tía Lucía en Barracas.

Luego se agregó un pequeño galpón y más adelante se hizo otra habitación, ésta última cuando vino también de Junquera, a vivir con nosotros, mi tío Manolo, hermano de mamá, más adelante haré referencia a su paso por Argentina. Para todo esto, mi hermana ya estaba viviendo con nosotros, es decir que aproximadamente un mes o dos, después de estar en Villa Adelina, ya estaba la familia completa.

Quiere decir que a los 8 meses más o menos de haber pisado suelo Argentino, ya estábamos  viviendo en una casita humilde, que le llamábamos "el rancho" pero todos juntos e independientes, si bien había que pagar un alquiler que para el sueldo de un obrero pesaba. Papá trabajó en una Fábrica creo que era textil MANDIYÚ en un principio, si bien no estaba lejos de cada tenía que viajar, por lo que no mucho tiempo después cambió a otra más chica pero cerca de casa por lo que podía ir y venir caminando.

No sé el nombre del establecimiento, lo que recuerdo es que nombraban a ROSMAN, tal vez se llamara así o bien era el nombre del propietario.

La cosa es que en ese tiempo no había ninguna dificultad para conseguir trabajo. No trabajaba el que no quería trabajar. Cuando llegaban las 6 de la tarde era un concierto de sirenas de las numerosas fábricas que había en la zona de Villa Adelina, Carapachay, Munro y otras localidades vecinas.

Como la zona todavía era medio parecida al campo, es decir no era una ciudad, incluso había pocas calles asfaltadas, por lo tanto el sonido ululante de las sirenas llegaba hasta muy lejos.

Recuerdo ver en todas, un letrero bastante grande, puesto en la vereda, sobre la entrada principal, donde en la parte mas alta se leía, SE NECESITA, con varios casilleros donde se introducían chapas con leyendas del personal que se buscaba, por ejemplo; operarios, torneros, chapistas, pintores etc. etc. Estas chapas eran intercambiables pero siempre había alguna o algunas. Hoy no solo no están los letreros... ¡no están las fábricas!!

Siguiendo el relato en casa; el terreno tenía dimensiones amplias, era de 8,66 metros de frente por 50 metros de fondo. Esto nos permitió hacer un gallinero que ocupaba todo el fondo a lo ancho por unos 5 a 6 metros, es decir unos 50 m todo alambrado y con un "dormidero" (habitación y techada) incluido donde también estaban los nidos, hecho de maderas de cualquier tipo, incluso de cajones de manzana y chapas en el techo, también con dimensiones generosas.

En el resto del terreno había árboles frutales y una huerta que ocupaba todo espacio libre del terreno, salvo algunos lugares donde había un jaulón con conejos, una pareja de patos con su pequeña laguna, también teníamos un perro (llamado Tul), un gato, una cotorra (coquita), no sé si la conocen por este nombre (cotorra), pero digamos que se trata de un loro pequeño, en este caso hembra.

También teníamos una tortuga. El perro y el gato dormían juntos, era todo un espectáculo verlos, porque el perro se echaba en el piso, el gato también junto a él y apoyaba la cabeza en la panza del perro como si fuera una almohada.
Con el tema de la quinta, o la huerta (aquí significa lo mismo) esto era un espectáculo aparte.

Digamos que no era de nuestra exclusividad hacer ésta tarea, pero sí era común verlo en los inmigrantes europeos, españoles e italianos en primer lugar, porque eran los más numerosos, pero también polacos, yugoeslavos, etc. No lo era tanto en los autóctonos que generalmente solo plantaban tomates, lechuga, radicheta y alguna otra variedad de verdura.

Que yo recuerde y seguramente se me van a escapar muchas cosas, en nuestra quinta podían observarse, según la época del año, tomates, lechuga radicheta, cebollas, papas, batatas, rabanitos, zanahorias, calabazas, acelga hasta frutillas!! que poblaban los dos costados del caminito de cemento alisado que iba hasta el fondo; terminaba en la entrada del gallinero. Cuando estaban maduras, era un espectáculo ver dos senderos rojos adornando el camino de cemento que hice referencia.

Mamá también sembró y los cosechamos, garbanzos y cantudas, esta legumbre no es conocida por aquí; se parece a una lenteja pero grande, del tamaño de una aspirina. Ambos son muy ricos comerlos crudos cuando todavía están verdes en su capullo, en la misma planta. Hemos traido las semillas de nuestro pueblo, Junquera.

Con este panorama que he descripto [sic], se imaginarán que nuestras vidas transcurrían como las de Adán y Eva en el paraíso, al menos yo lo sentía así, claro que había que trabajar eh... y no poco, a ver si alguien cree que teníamos un jardinero.

Además con los animalitos siempre había alguna nota curiosa. Voy a contar solo algunas porque sino llevaría mucho tiempo y se haría muy extenso el relato.

Cuando teníamos una gallina clueca con pollitos, la dejábamos fuera del gallinero con ellos, porque adentro los pollitos corrían peligro de ser pisoteados y picados por las demás gallinas, de hecho más de una vez mataron alguno. Se los metía dentro del "dormidero" cuando era la hora de dormir, en ese momento no había peligro. Claro, había que cuidar que no hicieran mucho lío en la huerta, pero los pollitos solo buscaban picotear bichitos del suelo, por otra parte se los alimentaba, también al resto del gallinero, con una mezcla de cereales que era muy buena (no balanceado contenía maíz, trigo y otros que no recuerdo. Para los pollitos esta mezcla era especial, picada más fina.

Bien, este cuento que voy a decir sucedía a diario, generalmente a la hora de la siesta. Estando el perro echado en el patio, bajo el alero, que no he mencionado, venía la clueca con sus pollitos caminando tranquilamente, picoteando todo en el piso como saben hacer, llegaban hasta donde estaba el perro. La gallina seguía de largo sin darle ninguna importancia pero los pollitos empezaban a picotear al perro por todas partes, no como una agresión, sino como costumbre que tienen de picotear todo.

El perro se las "bancaba" bastante bien, solo se veía como fruncía la piel en cada piquito de un pollito, hasta que los piquitos eran sobre su cara y seguía soportando estoicamente, pero cuando le picaban la nariz, ahí ya no los aguantaba más.

Y aquí está lo notable; se levantaba con todo cuidado (estaba rodeado de 20 a 24 pollitos) sin mover las patas de donde estaban apoyadas, mirando todo a su alrededor para ver la ubicación de los pollitos y con sumo cuidado se iba alejando de ellos por supuesto pisando donde no había ninguno. Nunca pisó ninguno. Esta imagen que conservo intacta en mi memoria era digna de una película de Walt Disney.
(continuaremos con esta transcripción)

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