viernes, 30 de agosto de 2013

"Memorias de un emigrante zamorano" - Parte 5

EL TRABAJO CON LOS DIARIOS Y LA ESCUELA... 

He terminado el segundo grado como vimos con gran beneplácito, papá consiguió que le prestaran algún dinero y pudo comprar un reparto de diarios a domicilio, eso también era bueno.

Las finanzas en casa seguían siendo endebles, tengamos en cuenta que siempre para un obrero sin oficio ahorrar algún dinero se le hace difícil, sin embargo algo se podía.

Por otra parte papá tenía un oficio, era sastre y de los muy buenos, pero todavía no había tenido la oportunidad de trabajar en este rubro, que luego sí lo hizo, como voy a explicar, si me queda tiempo.

Yo tenía 9 años, cercano a cumplir 10, y me tocó "darle una mano" a papá que no podía hacer el reparto él solo. Si queríamos progresar, todos debíamos colaborar de alguna manera para juntar dinero, recordemos que vivíamos en una casita humilde (el "rancho") y además alquilando el terreno a mi tío Alejandro, esto nos obligaba un poco para tratar de "zafar" del alquiler y lograr tener una vivienda propia.

Mi reparto era desde aproximadamente la estación de Villa Adelina, la salida comenzaba desde el bar Bristol, ubicado a dos cuadras de la estación, donde recibíamos los diarios (convengamos que una cuadra es la expresión común en Argentina para representar una calle de 100 metros) y terminaba en el barrio Orbis que quedaba distante unas 30 cuadras de la salida.

Este era el reparto chico, el grande lo hacía papá y era del otro lado de la vía, hacia la Av. Ader. Claro, un reparto no es una línea más o menos recta, hay que ir de un lado a otro al domicilio de cada cliente, por lo que en la realidad la distancia podría llegar a triplicarse y recordemos lo que ya dije, en ese tiempo el pueblo era más parecido al campo con casas distantes unas de otras y calles de tierra la mayoría.

El tema es que se aproximaba la época de comenzar nuevamente las clases, ahora pasaba al tercer grado y en casa ya se hablaba de anotarme en el turno de tarde. Esto no me gustó nada ya que mis compañeros ya eran mis amigos y era un gusto estar con ellos todos los años, así que miramos bien la posibilidad de lograr vencer los tiempos y llegar a tiempo a la escuela, o sea un poco antes de las 8. Vimos que se podía lograr. Papá me despertaba más o menos a las 4,30 hs. siempre era de noche, aún en el verano, desayunábamos y salíamos para el bar Bristol.

Los diarios llegaban en una camioneta cerrada entre las 5,30 y las 6 de la mañana. Lo primero que preparábamos era mi reparto y salía cuanto antes (había que contarlos, ponerle los suplementos que venían aparte etc.). Si conseguía salir a las 6,30 hs. o antes, llegaba bien, en hora a la escuela, para todo esto, primero tenía que ir por casa, cambiarme y ponerme el delantal. Duran te un tiempo el reparto lo hice a pie, al igual que mi padre, más adelante mi tío Manolo, que estuvo un tiempo en Buenos Aires, cuando volvió al pueblo, Junquera, me dejó una bicicleta Bianchi, italiana, la mejor que había en ese momento, ya hablaré de él.


Papá siempre lo hizo a pie ya que no hubo caso que aprendiera a andar en bicicleta. Voy a aprovechar para contar algo inédito que sucedió en el año 1954 y que nunca encontré a nadie que lo haya visto.

Una madrugada de invierno de ese año, a la hora de levantarse (4,30 dije) papá me llamó pero no como siempre. Había en su voz un tono de admiración fácilmente advertible para cualquiera; Goyo, Goyo... ven pronto, mira esto.

Todos los días remoloneaba un poco, pero en este caso pegué un salto en la cama y me asomé como estaba, en paños menores, y vi con asombro todo nevado, los árboles frutales, las verduras de la quinta el suelo, todo era blanco y nevaba en ese momento también. Siguió nevando por unos diez minutos más, lo que no sabemos es desde que hora nevaba, pero seguramente desde más de una hora porque se llegó a juntar una cantidad en el suelo de aproximadamente 20 cm, se hundían los zapatos completamente. De pronto dejó de nevar y como la temperatura no era bajo cero, la nieve comenzó a derretirse rápidamente.

Ya cuando salimos para trabajar a eso de las 5,15 quedaban solo algunas "islas" de nieve y pronto no quedó nada. Ese mismo día y los siguientes tanto yo como mi padre preguntamos a mucha gente si habían visto el espectáculo, pero no, nunca encontré a alguien que lo viera; es que fue muy temprano y no se repitió nunca más, me refiero a ninguna vez en todos los años que tengo...

Pareciera ser que sólo mi padre y yo vimos la única nevada que ocurrió en Buenos Aires, a 18 km del Obelisco, que es la referencia o inicio de todas las rutas nacionales es decir el kilómetro 0 (cero).

Bien, otra vez volvamos al grano. Así las cosas comencé el tercer grado en la escuela y durante todo ese año puedo decir que fueron pocas las veces que llegué tarde, el motivo era que los diarios llegaban bien, en horario. Tengo otro recuerdo de este año que me viene en este instante a la mente.

Yo, a pesar de ser un buen alumno, era medio distraído (y lo sigo siendo), así es que un día llego del reparto apurado, mamá, como de costumbre me tenía lista la ropa, me cambié rápidamente y salí como un cohete para la escuela porque se me estaba haciendo tarde. Llego a la escuela y antes de entrar a clase me doy cuenta que no tenía puestos los pantalones. Me había olvidado de ponérmelos. De todos modos nadie se dio cuenta, con el delantal puesto y un poco de cuidado de mi parte no se notaba.

Para esta época llegó al barrio Antonio Fuente y familia, casa por medio eran vecinos nuestros, digamos que uno de sus hijos es Héctor Manuel, dirigente actualmente del Centro Zamorano de Buenos Aires y primo mío en segunda generación. También llegó a Buenos Aires, procedente de Junquera y vino a vivir con nosotros, el hermano de mamá Manuel Calzón, "Manolo" para todo el mundo, no recuerdo quien llegó primero, mis primos o él, pero eso no tiene importancia. Después hablaré de ellos.

Continuando el relato de los diarios y la escuela, digamos que cuarto grado también lo pasé sin problemas, no digo nada en este caso porque no encuentro algo relevante para contar más allá de algunas llegadas tarde, ¡aunque esto es lo relevante! y se me estaba pasando, cada vez que llegaba tarde, me regañaban y me trataban de "dormilón", tienes que levantarte más temprano y todas esas cosas... yo lo aceptaba sin decir nada... solo un sí señorita voy a tratar de ser puntual, pero no decía nada de lo que hacía antes de ir a la escuela. Me daba vergüenza,... yo pretendía ser igual a todos.

Así llegamos al quinto grado. En este año "tengo bastante tela para cortar" pero no voy a extenderme mucho.

El tío Manolo, no se adaptó a Buenos Aires y se volvió a España, estuvo 2 años más o menos, siempre con nosotros, pero un día se fue. Como ya he dicho, me dejó su bicicleta, la Bianchi, que usaba para ir al trabajo. Yo la acondicioné, le puse un canasto y empecé a hacer el reparto con ella.

Cuando hacía el reparto, un cliente estaba a la vuelta del colegio y dos más a unos 50 metros de él, sobre la Av. De Mayo, por lo que todos los días pasaba por delante, incluso por la entrada, pero muy temprano, alrededor de las 6,45. Ahora veremos por qué esta aclaración.

Ese año no sé qué pasó con el distribuidor de los diarios, creo que cambió de dueño y aquí empezó el problema para mí ya que el horario de llegada comenzó a ser irregular y muchas veces llegaban tarde, con lo cual, lamentablemente yo también llegaba tarde a la escuela y esto se repetía con frecuencia. Pasó a ser seguido los días que llegaba tan tarde que la clase estaba empezada con todos los alumnos en el aula... Se imaginan a mi maestra... me decía de todo menos lindo, me ha llevado a la dirección, (en aquel entonces eso era grave, no sé ahora)... Una reprimenda común era: Cómo es posible que un alumno como tú, con tu capacidad seas tan vago, si continúas así vamos a tomar medidas muy serias y bla... bla... bla etc. , yo como siempre agachaba la cabeza y callaba. Voy a hacer una acotación.

Espero que no se malinterprete, porque fué así y no puedo decirlo de otra forma. Esta maestra era muy buena persona, pero tenía faltas de ortografía y no era muy hábil con las matemáticas.

Así es que en numerosas ocasiones, juro que lo hacía inocentemente; señorita esa palabra no va con "S" va con "C", o señorita eso se saca aplicando la regla de 3 simple y el resultado es 325,74 por citar un ejemplo... Demás está decir que se ponían "verdes" digo se ponían porque también sucedió en otros grados, pero insisto, nunca se me pasó por la cabeza ponerlas en ridículo, lo que pensaba es que era mi obligación advertirles el error. Y se deben haber dado cuenta que era así porque ninguna jamás se me puso en contra o me "aisló" de alguna manera por este motivo.

Volvamos a mis llegadas tarde. Un día los diarios llegaron tan tarde, que cuando pasé por el colegio estimo que eran más de las 7,30, ya había varios chicos que estaban entrando, siempre hay algunos tempraneros y... a que no adivinan a quien me encontré cuando di la vuelta al colegio para entregar el diario al cliente que mencioné que vivía ahí, a la vuelta... ¡sí... a mi maestra!...

Buenos días señorita le dije (estaba a dos metros de mí)... no me contestó,... se quedó con la boca abierta, parada donde estaba, me vio cuando tiraba el diario en un balcón del primer piso (ahí vivía el cliente), yo me alejaba y me daba vuelta de vez en cuando y la veía en el mismo sitio mirando cómo me alejaba...


Bueno, se imaginarán que ese día llegué más tarde que nunca, pero sucede que yo nunca quería faltar y en esa oportunidad bien podía haberlo hecho..., así que mis pensamientos daban para cualquier cosa mientras iba camino a la escuela; se había descubierto al fin lo que venía ocultando durante años.

Lo que sigue es uno de los momentos más emotivos que me han tocado vivir, superado sólo por la parte que le tocó a la maestra. Tengamos en cuenta que durante el año y hasta ese momento me vino "pegando fuerte" por lo que pienso que el sentimiento de culpa que  tendría no sé cómo lo habrá superado.

Veamos que pasó: Cuando entré al aula, estaba pálida y se puso a llorar. Los alumnos no entendían nada y quedaron expectantes, todos sentados viendo un espectáculo inusitado. La maestra se calmó un poco y entre sollozos dijo que todo el mundo se ponga de pie.

Cuando pudo hablar, hizo el comentario de todo lo sucedido... no vale la pena relatar la novela que hizo, digamos solo el final. A todo esto yo ya había perdido el sentido de vergüenza que he mencionado, pero digamos que lo reemplacé por el de tristeza.

Este chico que tenemos delante, compañero de todos ustedes es el mayor ejemplo de virtud que tenemos en la escuela, viene después de realizar un trabajo y a pesar de eso es el más aplicado de la clase, por lo tanto les pido a todos un gran aplauso, es lo menos que se merece y por mi parte te pido perdón por los malos ratos que te hice pasar, pero yo no sabía nada de esto ni podía imaginarlo... nuevamente llanto... muchos aplausos... FIN.
(Parece que era medio especialista en hacer llorar a las maestras...)


(esta transcripción seguirá)

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