Cuando tenía algo más de seis años, sobre la calle Lamadrid entre la actual Soldado de Malvinas y “la cortada” Los Plátanos, a mitad de cuadra, había un “campito”. Estaba compuesto por tres terrenos baldíos, dos de ellos unidos por el fondo: uno desembocaba en Lamadrid y el otro en Miguel Cané, y el restante unido por uno de los costados del que daba a M. Cané. En él los más chicos andábamos en bicicleta (ahí fue donde me largué sin rueditas), jugábamos a las escondidas y cazábamos lagartijas que eran distintas a las que vemos ahora. Aquellas eran color verde y no tenían rayas en la piel. De vez en cuando aparecía algún sapo ó alguna rana salidos de las zanjas de las calles de tierra.
Sobre la calle Cané, donde estaban los dos terrenos juntos, era “la canchita (la primera)”. Allí era nuestro lugar donde hacíamos piruetas con la bici y jugábamos a la pelota. Algunos nombres de aquella chiquillada: José Guarino, su hermano Mario. Abel Sosa. Entre los más grandes Vicente y Mario (hermanos de José), Pedro, Juan (no recuerdo sus apellidos) y tantos otros. Aunque en realidad era el lugar de los “más grandes” así que de vez en cuando, debíamos ceder a regañadientes nuestra pista.
Los días de semana se armaban los “picados”. Quienes jugaban eran los hermanos mayores de algunos chicos y sus amigos. Casi siempre todo comenzaba con un “cabeza” y seguía con “el picadito”. Se interrumpía para el “pan y queso” y ahí sí, se continuaba con unos partidos que casi siempre eran de 5 ó 6 jugadores por equipo, previa corrida de algún integrante para dejar el guardapolvo ó cambiarse el uniforme del colegio. Es decir: se pasaba por “la canchita” antes que por casa. Y eso sí, se jugaba siempre después de clase.
Los sábados por la tarde ó los domingos a la mañana la cosa cambiaba. No era raro que se fuera a jugar partidos en otros barrios vecinos ó que aquellos fueran los visitantes. Hasta incluso alguna vez se hizo un Campeonato donde al equipo “Interbarrios” ganador se le entregó una modesta Copa. Algo para resaltar es que si bien las hinchadas (compuestas en su mayoría por padres, madres y familiares) estaban prácticamente juntas no recuerdo agresiones entre ellas, sí chistes y cargadas ante una jugada fallida que generaba la carcajada general. Y al final siempre había facturas y gaseosa para los más chicos, y salamín y queso, más algún líquido con soda, para los grandes. Cuando ellos llegaban, nosotros, los más chicos, nos corríamos hacia el terreno que daba sobre Lamadrid, donde había un paraíso grandísimo.
Allí nuestra mayor diversión era hacer pozos y teníamos dos modelos: uno era el pozo “simple”. Era un pozo de alrededor de 1,50 mt de diámetro cuya profundidad se correspondía con el largo de nuestras pantorrillas, entonces podíamos sentarnos cómodamente y tener charlas de chicos. El otro modelo era una obra maestra: tenía sillas y horno incorporado. La profundidad era mayor que el anterior. A la altura de las pantorrillas y hacia afuera, hacíamos un semicírculo-pozo del largo de nuestros muslos, de esta forma teníamos silla con respaldo y apoyabrazos. Los asientos eran todos distintos ya que cada uno hacía y tenía el suyo, y no era ocupado (ni pensarlo) por otro de los asistentes.
Al hornito lo hacíamos así: por sobre el nivel del piso del pozo, hacíamos un túnel de piso plano y techo abovedado, el largo era aproximadamente el largo de nuestro brazo entero. Con una ramita (o el brazo) tomábamos la medida, y en ese lugar se hacía la chimenea. Por supuesto hacíamos algunas papas y batatas “al rescoldo” que eran nuestra delicia.
A eso de las 6 ó 6,30 de la tarde terminaba nuestro horario de juego, así que cuando caía ó estaba por caer el sol, volvíamos a nuestras respectivas casas para hacer los deberes. Es de destacar que en este momento se ponían de manifiesto la solidaridad y coordinación que reinaba entre nuestras madres. Y también entre nosotros, los chicos, que se manifestaba en el siguiente diálogo y que también se daba en forma simultánea en nuestros hogares:
Madre- ¡Mirá como venís!
Hijo- ¡Pero má…!
Madre- ¡Andá a bañarte!
Hijo-¡Ufa má…!
Madre- ¡Inmediatamente!
Hijo- Si, má…
Madre- ¡Mirá como venís!
Hijo- ¡Pero má…!
Madre- ¡Andá a bañarte!
Hijo-¡Ufa má…!
Madre- ¡Inmediatamente!
Hijo- Si, má…
Enrique Daniel Alvarez
edalvareztcc@yahoo.com.ar
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